Entre la evolución del estilo y la revolución de nombres en las convocatorias, Luis Enrique sigue en pleno proceso de construcción de un equipo, un camino que, en la historia en color de la selección, solo ha recorrido un Luis Aragonés para el que no fue un tránsito placentero hacia el éxito, más bien una rambla repleta de socavones en la que el actual seleccionador está dando sus primeros pasos.

La selección española ya prepara el segundo partido de la fase de clasificación para la Eurocopa 2020, este martes en La Valetta ante Malta (20.45 h.), todavía a rastras con la resaca agridulce del debut ante Noruega, con victoria 1-2, con un poso de satisfacción muy contenida, con las críticas a punto para despegar.

Los problemas para hacer gol, las dudas de De Gea, la fragilidad defensiva o la variabilidad en los centrocampistas son los debates superficiales, detrás de ellos subyace la inevitable comparación con la selección campeona de tres grandes torneos consecutivos. “España dominó el fútbol desde 2008 a 2012, pero estamos en 2019, ya ha pasado un tiempo”, reivindicaba tras el partido el goleador Rodrigo Moreno, marcando una distancia con el destino de aquella selección, con un discurso que complementa al de su técnico: “Me encantaría tener ya una alineación y 23 jugadores fijos, pero este proceso va a ser largo y la evolución no se hace en una semana. Se necesita tiempo”, dijo durante la semana, con un aire de relatividad que parece atisbar lo que le queda por delante.

EL CAMINO DE ARAGONÉS

Con el célebre “nos han metido hostias de todos los colores…” de Luis Aragonés, en la charla previa al debut en la Eurocopa de 2008, dio comienzo una etapa de éxitos sin precedente para la selección española. Pero el camino había arrancado cuatro años antes y, desde el inicio, estuvo repleto de críticas feroces, intensificadas tras la eliminación en el Mundial de 2006 en octavos ante Francia, a la sazón subcampeona, y centradas en un seleccionador al que, convencido de su idea, no le quedó otra que liarse la manta a la cabeza y remar contra viento y marea para exprimir como nunca antes a una generación española.

En ese trayecto ajetreado, entre empates insulsos en la fase de clasificación para el Mundial y un inicio catastrófico del camino a la Eurocopa 2008, con derrotas en Belfast y Solna, la idea de la España campeona fue emergiendo y fue erosionada con el paso de los años, de los diferentes jugadores y, sobre todo, con las sonadas ausencias de célebres internacionales, comenzando por la del madridista Raúl González y la avalancha que provocó sobre el seleccionador.

A Luis Aragonés le costó más de tres años de trabajo en cargo y una obstinación inquebrantable desembarcar en el recordado 1-3 en Aarhus ante Dinamarca, en la fase de clasificación para la Eurocopa 2008, que desencadenó a la España del toque y de la posesión que se coronó en Sudáfrica.

Luis Enrique apenas ha dado un par de pasos en su trayecto, pero la exigencia ha crecido, las aspiraciones son mayores y el tiempo tan escaso como el margen de error. La actual España se debate entre Saúl y Parejo o entre Thiago y Canales, a más de un año de su primera gran competición, en los albores de la intrincada búsqueda de un concepto de equipo que no garantiza el éxito.