La final de la Copa del Rey en Madrid acarrea tanta carga política como deportiva, especialmente por parte del FC Barcelona, y más concretamente en algunos sectores azulgrana que ya han anunciado que desean que en el Wanda Metropolitano se escuche su protesta y reivindicación ante el anclaje político que se vive en Cataluña.

Tanta es la presión que han ejercido desde hace semana algunos sectores en Cataluña que incluso el presidente del FC Barcelona, Josep Maria Bartomeu, un moderado y equidistante en pronunciamientos políticos, se acabó postulando el pasado miércoles reclamando "respeto" por las instituciones catalanas y el derecho a decidir. "Cataluña vive hoy una situación política conflictiva y estancada. Seguimos sin formar gobierno, con políticos escogidos democráticamente que están en la prisión o exiliados en el extranjero, con un clima de tensión palpable en la calle. Vivimos momentos de gran dificultad, momentos en que nos sentimos amenazados", señaló Bartomeu el miércoles.

La situación política en Cataluña, donde aún no se ha constituido el Parlament ni existe Govern ni presidente, a pesar de que las elecciones se celebraron el pasado 21 de diciembre, ha derivado en un momento de tensión entre dos sectores que apuestan por iniciar un proceso presidido por alguno de los políticos que están encarcelados o fuera de España frente a los que no atienden a que avance la legislatura con políticos que consideran inhabilitados.

El FC Barcelona, como institución, ha sido un actor pasivo, más allá de dar luz verde para que se jugase el partido Barça-Las Palmas el pasado 1 de octubre, cuando aconteció un referendo para la independencia de Cataluña, que fue invalidado por el Gobierno y por los jueces, lo que generó muchas críticas en el barcelonismo, que no aprobaron que se jugase el partido ante los incidentes acaecidos en muchos colegios electorales.

De aquella posición, que fue asumida totalmente por el presidente Bartomeu, dos directivos acabaron dimitiendo (Carles Vilarrubí y Jordi Monés), y posteriormente el Barça ha ido marcando un perfil bajo ante las numerosas reivindicaciones que se han realizado en el Camp Nou, con pancartas o cánticos, aunque el club se mostró contrario en el partido Barça-Roma a que se repartiesen globos de color amarillo para que fuesen exhibidos, ante el temor de que acabasen lanzados al terreno de juego, como así sucedió con los pocos que se acabaron entrando en el Camp Nou.

No obstante, ante una nueva final de la Copa del Rey del Barça, la quinta consecutiva, a la exhibición de banderas 'estelades' (estrelladas) y los silbidos al himno español, así como al Rey, algunos sectores reivindicativos desean añadir una marea amarilla, color con el que el independentismo quiere asociar su protesta por los políticos encarcelados o los que se encuentran en el extranjero, así como la inmovilidad que existe en el Parlament desde hace meses.

En este contexto, el Barça, además de pedir respeto por la libertad de expresión, informó de que en la zona del campo donde estarán ubicados los culés se desplegará una gran pancarta en la que se podrá ver la bandera catalana, los colores azulgrana y el mensaje: "Barça! Barça! Barça!".

Ante la posición de un sector reivindicativo azulgrana, el presidente de la Liga, Javier Tebas, se ha mostrado muy molesto en diferentes ocasiones, especialmente por los silbidos contra el himno y el Rey, hasta el punto de advertir que estas protestas se deben considerar como "violencia verbal", algo que también ha respaldado el ministro del interior, Juan Ignacio Zoido.

Por parte de entidades privadas y algunas peñas se ha unificado bajo la etiqueta en las redes sociales #grocalafinal (#amarilloenlafinal) todas las iniciativas que se desean impulsar y las que se han solicitado, como por ejemplo al mismo FC Barcelona, para que "reduzca la presencia institucional del club al mínimo", circunstancia que el propio Barça ha asegurado a EFE que no cumplirá, ya que está previsto que la entidad asuma "con normalidad" con el protocolo, desde la presencia en la comida de hermandad promovida por la Federación, así como la presidencia de numerosos directivos en el palco, encabezados por Bartomeu.

Estos grupos de animación y entidades privadas, a las que se han unido tanto la Assemblea Nacional Catalana (ANC), como Òmnium y la Plataforma proseleccions Esportives Catalanes, tampoco han podido conseguir que el Barcelona juegue la final con una camiseta amarilla o con la cuatribarrada, como así solicitaron, y queda ver qué grado de éxito alcanzan en la campaña para que los seguidores del Barça acudan a la final con camiseta de color amarillo.

Finalmente, el Barcelona ha confirmado que jugará en el Wanda Metropolitano de azulgrana la final contra el Sevilla, descartando seguir consignas de entidades soberanistas o grupos de aficionados que habían solicitado que los jugadores se enfundaran la cuatribarrada.

El amarillo y la exhibición de lazos con este color se ha convertido en Cataluña en una muestra de protesta y reivindicación por un sector de la ciudadanía que exige la salida de prisión de políticos encarcelados, así como el regreso de aquellos que se encuentran en diferentes puntos de Europa, aunque frente a esta posición se encuentra la de otros colectivos ciudadanos contrarios a dichas reivindicaciones, cuyo actividad principal está consistiendo en retirar todos los símbolos amarillos que hay repartidos en la casi totalidad de localidades catalanas.