De su calidad futbolística dan cuenta sus goles, más de 300; de su calidad humana dan fe quienes fueron sus compañeros. Enrique Castro Quini dejo tanta huella en el terreno de juego -siete trofeos Pichichi al máximo realizador, dos de ellos en Segunda División- como fuera, por el trato que mantuvo en el vestuario y en la calle. El aficionado conservará el recuerdo de un tipo entrañable, porque esa es la imagen que proyectan los futbolistas que le conocieron.

Incluso los rivales. Hasta los árbitros. Solo una vez fue expulsado, en más de 600 partidos oficiales, y por protestar. Nunca por dar una patada o por devolver una agresión, pese a que lidió con la flor y nata de los centrales (Benito, Arteche, Mina, De Felipe, Aguirre Suárez...) más duros y violentos de la época.

Solo una expulsión

Quini vio la tarjeta roja el 24 de octubre de 1976 en un Sant Andreu-Sporting. Se la enseñó Jacinto de Sosa Martín, árbitro castellano de cabecera que fue de José María García. Una protesta "confusa", según se lee en las crónicas, después de que el colegiado señalara una falta indirecta en el área gijonesa. El Sporting, en la octava jornada, era el líder de Segunda. Quini, cómo no, ya era el líder de los goleadores.

"Quini recibía más cartas que Maradona", recuerda Àngel Pichi Alonso, en un comentario que resumiría la doble admiración, deportiva y humana, que suscitaba al desaparecido delantero asturiano. El exfutbolista de Benicarló revive la impresión que le causaba ver la taquilla de Quini y la devoción con que las contestaba todas.

Un bromista de libro

"Quini era una persona -dice persona, no futbolista- que caía bien a todo el mundo, muy enrollado y cercano, dispuesto a ayudarte, simpático, siempre cariñoso con quien se acercara", rememora Pichi Alonso retratando la figura de un bromista de libro. Las mismas palabras pronuncia Juan Manuel Asensi, con quien coincidió más veces en las convocatorias de la selección española (el Mundial-78 y la Eurocopa-80) que en el Barça: solo una temporada.

"En el hotel de Vallvidrera donde nos concentrábamos había un camarero cascarrabias. En cada mesa teníamos una botella de vino de una marca que tenía una redecilla. 'Cuando venga el camarero, tú empujas la botella hacia él pero yo la tendré cogida por la redecillla. Verás qué susto le damos', me dijo. Yo empujé la botella y él no la había cogido, con lo que, efectivamente, le tiré todo el vino por encima y quedé yo con el culo al aire", recuerda Pichi a modo de ejemplo sin evitar la risa. Menos gracia le hacía a José Ramón Alexanco, su compañero de habitación durante muchos años, cuando buscaba a Quini sin parar en cualquier hotel y salía del armario donde se había escondido gritando. Eso sí que era un susto.

La anécdota de Pichi Alonso

"En el hotel de Vallvidrera donde nos concentrábamos había un camarero cascarrabias. En cada mesa teníamos una botella de vino de una marca que tenía una redecilla. 'Cuando venga el camarero, tú empujas la botella hacia él pero yo la tendré cogida por la redecillla. Verás qué susto le damos', me dijo. Yo empujé la botella y él no la había cogido, con lo que, efectivamente, le tiré todo el vino por encima y quedé yo con el culo al aire".

"Era un hombre excepcional y un goleador de los que ya no hay", manifestó el segundo de la clasificación epistolar. Diego Armando Maradona, desde los Emiratos Árabes, se acordó de Quini, tal es la huella que le dejó. "Me ayudó muchísimo en mi llegada a Barcelona, jugábamos mucho al tenis en nuestro tiempo libre", explicó Pelusa. Su llegada originó, también, la suplencia de Quini, especialmente cuando César Luis Menotti sustituyó a Udo Lattek.

Demasiadas vicisitudes

Antes se había marchado ya Asensi a quien se consideraba un veterano pese a que tenía la misma edad que Quini. Exactamente la misma. Nacieron los dos el 23 de septiembre de 1949. "Competíamos por ver quién llamaba antes al otro", comentó el excentrocampista desde Alicante, donde reside. La relación nunca se perdió, y Asensi siempre estuvo próximo en todas las vicisitudes. Incluida la del secuestro que les costó la Liga. Sin Quini, el equipo, obligado a jugar, permaneció cuatro jornadas sin ganar. "Después de todo eso era él quien nos animaba, era muy vital", dijo José Vicente Tente Sánchez en Marca, retratando el estado de miedo de la plantilla.

"Parece que cuando mejor persona eres, peor te trata la vida", reflexionaba Asensi de Quini, que además de los 25 días que pasó encerrado en un zulo, sufrió la muerte de su hermano Jesús, portero del Sporting, y pasó por un cáncer de garganta. "Como jugador hoy no tendría precio, sería algo desorbitado", calcula el exfutbolista alicantino de un goleador admirable.

"Un rematador puro, extraordinario, capaz de golpear el balón con la cabeza con la potencia del pie y que, en cambio, muchas veces prefería darle suavecito por encima del portero", cuenta, todavía con admiración, Pichi Alons