Sevilla es una ciudad dual. Macarena y Triana. Los Gitanos y el Gran Poder. Sevilla y Betis. Ayer se enfrentaron las dos caras de la ciudad hispalense en el primer derbi de la temporada, marcado por las altas temperaturas propias de inicio del mes de septiembre. Verdiblancos y sevillistas llegaron igualados al encuentro.

El ambiente en el Benito Villamarín fue espectacular. Más de 50.000 béticos se enfrentaron a menos de 600 sevillistas en una lucha que fue solo de aficiones. De pasión. De sentimientos. Nada extradeportivo enturbió el ambiente, crispado hasta límites insostenibles hace una década. El escenario fue el idóneo para disfrutar de uno de los grandes espectáculos del balompié nacional. Desde luego los jugadores demostraron sobre el césped la calidad que se les presupone. En las gradas hubo también mucho nivel. Cánticos de todos los tipos, algunos recordando de forma «cariñosa» a jugadores, técnicos y directivos del equipo rival. Los béticos, con la mente aún en el 3-5 del derbi de la temporada pasada en el Pizjuán, pedían «otra manita» antes de que la pelota comenzase a rodar.

Nada más lejos de la realidad, puesto que ninguna de las dos escuadras demostró ser superior a la otra y la intensidad, la pelea de cada balón y el esfuerzo físico hasta el límite marcaron la contienda. Hay leyendas que se niegan a morir. Son los casos de Joaquín en el lado verde y de Jesús Navas en el rojiblanco. Increíble como levanta pasiones Joaquín simplemente con saltar al césped del Villamarín. Es todo un emblema del beticismo. Pero es que pese a su veteranía no se arruga. Ayer salió del banco, marcó y desató la locura. Locura verdiblanca.