En una nueva noche de sufrimiento para la selección argentina, emergió el capitán. Lionel Messi tomó los galones para ejecutar un penalti que mantiene con vida a la Albiceleste en la Copa América, en un partido que se puso cuesta arriba con el 1-0 paraguayo en la primera mitad.

Una multitud de arrancadas infructuosas del 10 argentino, aclamado a cada acción, taciturno durante gran parte de la primera mitad, encendido durante la segunda y comunicativo siempre con sus compañeros. Y el penalti, anotado fuerte, con seguridad, la que le está faltando a Argentina en esta Copa América sí la tuvo Messi.

Era el momento de cargarse la selección a la espalda. La exigencia era máxima tras una dura derrota ante Colombia en Salvador, en la que Argentina no fue capaz de generar peligro y la Pulga había sido opacada por el centro del campo cafetero.

Ejerciendo de capitán

En la víspera, había sido protagonista de una charla al plantel junto al técnico Lionel Scaloni, en el centro de entrenamiento Cidade do Galo del Cruzeiro, revelada por las cámaras de las televisiones argentinas. Messi tomó la palabra junto a su seleccionador en un momento crucial para la Albiceleste.

Scaloni lo rodeó de socios diferentes. Por delante, en lugar del Kun Agüero, un perfil más de delantero centro clásico representado por Lautaro Martínez. A la izquierda Rodrigo de Paul y a su lado, a ratos como interior, a ratos como extremo, y en todo caso como socio para armar juego, Roberto Pereyra.

El público del Mineirao lo estaba esperando. Aplaudió cuando su nombre sonó en las alineaciones, le jaleó cuando Messi saludó a los aficionados argentinos del fondo que tenía más cercano y estalló de júbilo cuando las pantallas le mostraron en el túnel de vestuarios, listo para saltar al verde.

El delantero del Barça comenzó en busca de la sorpresa. Recuperó un balón al centrocampista paraguayo Matías Rojas, emprendió la carrera hacia adentro, pero le tapó un central. Robó después otro balón, al lateral Santiago Arzamendia, y se mete hacia la portería, pero de nuevo topó con la defensa paraguaya.

Ahogados esos intentos, el capitán languideció en el costado derecho de un esquema 4-1-4-1 que le dejaba muy aislado, esperando a un juego algo más fluido y profundo que no llegaba pese a la posesión albiceleste. Apenas un golpe franco desde fuera del área, lanzado tan colocado como flojo, fue su aportación en la primera parte.

Comienza la cuesta arriba

Para colmo de males, Paraguay se adelantó gracias a la cabalgada de Miguel Almirón y el disparo de Richard Sánchez, y las urgencias argentinas se acrecentaban con la llegada del descanso. Era necesario marcar sí o sí al reanudarse el encuentro.

La reacción de Argentina vino en una doble ocasión generada por Agüero -introducido por Scaloni tras el intermedio-, con un primer remate de Lautaro Martínez al larguero y un segundo de Messi rechazado por el portero Roberto Fernández.

Pero el videoarbitraje, el ojo que todo lo ve que se está presentando en esta Copa América, advirtió una mano de Iván Piris, sancionada con penalti.

Corría el minuto 57. Allí se situó Messi. Reflexionó mientras el Gato alargaba el tiempo bebiendo agua. Ejecutó con pierna izquierda, fuerte y a la derecha, imparable para el felino paraguayo. Y la grada estalló.

Retornó entonces el capitán, que tras festejar buscando una cámara y haciendo un corazón con los dedos índice y pulgar de sus dos manos pidió calma a sus compañeros. Cabeza, pareció decir señalándose las sienes antes de que reanudara el partido Paraguay.

Pudo ser peor

Cabeza que iba a ser necesaria porque Paraguay gozó también de un lanzamiento de penalti, cometido por Nicolás Otamendi sobre Derlis González y detenido por Franco Armani.

En busca de la victoria siguió Lío, con arrancadas, regates sobre la cal, intentos premiados por la grada pero no por la fortuna. Argentina y su capitán se conformaron con un punto que les da vida pero les obliga a seguir caminando por el alambre en esta Copa América, en la que no dependen de sí mismos para ser segundos de grupo. Más sufrimiento se avecina, Lío.