Jürgen Klopp explicó tras la demolición en Anfield que su Liverpool aplastó al Barça por jugar con "mentalidad de gigantes". ¿Con qué mentalidad jugó el equipo azulgrana? Un chico de 20 años, Trent Alexander-Arnold, se mostró en el cuarto gol más atento que una zaga defensiva con varios futbolistas cuya edad alcanza sobradamente la treintena. Nunca un solo gol retrató con tanta precisión una descomposición.

¿Qué dice de un equipo que busca proyectarse al mundo a través de la posesión del balón que su mejor hombre durante un buen rato fuera Arturo Vidal, hombre de amplios pulmones y entrega incuestionable pero que a menudo desarmoniza a la orquesta?

¿Y qué dice esta debacle del entrenador? El fútbol es ciclotímico y por tanto cruel. Hace pocos días Ernesto Valverde era justamente valorado por su inteligencia emocional, su acertado intervencionismo en los partidos y la fiabilidad de su escuadra, competitiva bajo cualquier circunstancia, capaz de convertir la liga en un paseo por el parque durante dos temporadas enteras. Ahora, queda muy cuestionado. Él lo sabe. A menudo basta una sola desgracia para cambiarlo todo.

Maneras de acabar

El éxito del club se mide en estos tiempos con la vara exigente de la Champions. No hay doblete doméstico que apacigüe la abrumadora decepción de Roma ni la del martes en Liverpool. La conquista europea se ha transformado en una necesidad en can Barça. Con Leo Messi en nómina, amo y señor del universo del balón, las empresas más inasibles han parecido más que posibles. Pero uno se puede despedir de Europa de muchas maneras. Está la del Manchester City ante el Tottenham, gloriosa eliminatoria, y en las antípodas está la del Barça en Anfield. Sí, hablamos de estilo. El sempiterno debate del estilo. Pero también de actitud y de la capacidad de transmitir pasión.

Aquí el contraste con Klopp resulta evidente. El alemán contagia un entusiasmo encomiable, un personaje carismático que parece hecho para Anfield y the Kop, su grada más audible. Su cotización ha subido como la espuma, es evidente. Y a la par la de Valverde se ha desplomado, al igual que su conexión con cierta parte del aficionado azulgrana. Por comparación inmediata. Por un disgusto doblemente estético: el modo de jugar del equipo y el modo personal de proyectarse, con insuficiente alegría en ambos casos.

Así que en estas circunstancias las miradas empiezan a dirigirse hacia la directiva de Josep Maria Bartomeu, quien el martes abandonó Anfield con semblante de abatimiento. ¿Y ahora qué? ¿Qué hacer? ¿Cuáles son sus alternativas? ¿Confiar en el mismo entrenador, recientemente refrendado en el cargo hasta el 2020, y en la renovación de la plantilla emprendida a partir de De Jong y posiblemente De Ligt, es decir, dejar pasar los días hasta que la tormenta amaine? ¿O bien mostrarse drástico con alguien a quien el presidente azulgrana aprecia personalmente, con quien trabaja y departe con comodidad y valora en alto como gestor de un vestuario tan complejo con el del FC Barcelona?

Tras la catástrofe de Roma, la indignación llevó en primer instancia a Bartomeu a plantearse la destitución del entrenador. Lo dijo a los suyos y así se filtró. No está claro que albergue los mismos sentimientos tras la rendición de Anfield. No son pocos los culés que piden un retorno a viejas esencias que se consideran sacrificadas últimamente en aras del pragmatismo. Lo expresó a su manera el expresidente del Barça, Joan Laporta. "Constatar una vez más que esta directiva ha abandonado la filosofía que hizo del Barça referencia mundial y espero que los socios no se dejen enredar más", tuiteó.

Plantilla entrada en años

En esta crisis que se ha abierto de forma tan desgarrada como inesperada, los jugadores no pueden quedar al margen. No estuvieron a la altura. Lo reconocieron ellos mismos. Busquets, Rakitic, Alba o Coutinho (solo falta decidir el coste, la venta del brasileño está más que clara y justificada) fueron apabullados por una línea medular que en el Camp Nou produciría escalofríos de vestir la camiseta azulgrana: Fabinho, Henderson y Milner, más Wijnaldum después, se impusieron, como el resto del equipo ‘red’, como búfalos sobre ovejas, espoleados por el aliento nunca mencionado en exceso de Anfield.

¿Hay que emprender unas reformas en la plantilla superior a la calculada? Siete de los titulares superan la treintena, una experiencia que no se percibió en Anfield, tan intimidados e incapaces de sobreponerse a la adversidad que resulta difícil de creer. A la directiva no le queda otra opción que transmitir que necesita unos días para reflexionar, alejarse de decisiones en caliente. Pero quizá algún jugador que se consideraba a salvo de la renovación, su puesto en el vestuario se encuentre ahora en entredicho. Quizá la opinión del entrenador al respecto pese menos que antes. Sí, queda una final, la de Copa en Sevilla ante el Valencia, pero da la impresión que la masa social azulgrana la desea como un regalo repetido, con fingida ilusión. Al menos en estas horas bajas. Una cita con más a perder que ganar.

Ha bastado, pues, un partido, un descalabro, una experiencia traumática que parecía irrepetible, para cuestionarse todo de nuevo. Bartomeu y Valverde deberán hablar con calma en los próximos días y con la perspectiva completa de la temporada. Falta saber si el presidente mantiene la confianza y también si el entrenador se siente con las fuerzas de continuar y transmitir a sus futbolistas que pueden comportarse con un equipo de gigantes de nuevo. Ahora es un gigante en lágrimas, como las de Leo Messi en el vestuario de Anfield. Lloró desconsoladamente, según The Guardian, en la noche más épica del Liverpool, la más desgraciada en años del Barça.