Tanto se ha hablado en las últimas semanas de los grotescos problemas de puntualidad de Ousmane Dembélé que ha pasado bastante desapercibido que a quien de verdad está esperando el FC Barcelona, y Ernesto Valverde en particular, es a Philippe Coutinho. Fichado en el último mercado invernal por una cantidad récord en la historia del club (120 millones de euros más otros 40 millones en variables), el brasileño estaba llamado a ser un jugador franquicia y a asumir el liderazgo del equipo en los momentos de ausencia de Leo Messi, pero casi un año después de su llegada a Barcelona parece haberse acomodado al rol de complemento de lujo y no hay señales claras de que tenga demasiada intención de ir más allá.

La situación se ha agravado considerablemente a raíz de la lesión que el jugador sufrió el pasado 6 de noviembre en el partido de Champions frente al Inter de Milán en el Giuseppe Meazza. Aquel día Coutinho firmó una de sus actuaciones más completas como azulgrana (“un partidazo”, en palabras de Valverde), pero acabó el encuentro con molestias en su pierna izquierda y las pruebas médicas revelaron la existencia de una rotura en el bíceps femoral. Reapareció el 28 de noviembre en la visita al estadio del PSV Eindhoven, también en Champions, y su discretísima aportación de aquel día ha marcado la tónica de su fútbol desde entonces.

Dembélé acapara los focos

La evaporación del brasileño ha coincidido además con la ebullición de Dembélé, tanto dentro como fuera del terreno de juego. Mientras Coutinho parece esconderse en muchos tramos de los partidos, el díscolo francés se sabe protagonista y reclama los focos cada vez que entra en contacto con la pelota. El técnico azulgrana es consciente de esa realidad, y cuando últimamente ha tenido que elegir a uno de los dos para diseñar el once inicial, como ocurrió en el derbi del pasado domingo, se ha decantado por el Mosquito.

Fuentes próximas a la plantilla admiten que a Coutinho le está costando más de lo esperado volver a su estado de forma de antes de la lesión. Y que el problema no es únicamente físico, sino también psicológico. Durante su estancia en el Liverpool, el brasileño se convirtió en un asiduo de la enfermería por culpa de los percances musculares, una pesadilla que parecía haber quedado felizmente olvidada en su primer año en el Barça y que ahora vuelve a rondar al jugador; esa aprensión se suma a la ansiedad que le provoca ver amenazada su posición en el equipo, y el resultado es una pérdida de confianza que se trasluce en el juego.

Un icono publicitario

La necesidad de recuperar la mejor versión del 'pequeño mago' es un imperativo futbolístico, pero también comercial. En el concierto internacional, el Barça es el club más importante de los que lucen el logotipo de Nike en su uniforme, y hoy por hoy la estrella brasileña es el principal activo publicitario para la marca entre los jugadores azulgranas (Messi y Luis Suárez tienen contrato con Adidas), de modo que lo que hay en juego es algo más que unos resultados deportivos.

El Ciutat de València puede ser este domingo un escenario propicio para que Coutinho reencuentre la magia perdida. Al fin y al cabo, fue allí donde el pasado 13 de mayo anotó su primer (y hasta ahora único) 'hat trick' como barcelonista, en un partido disparatado en el que el Levante truncó la racha de imbatibilidad del equipo de Valverde (5-4) y en el que el brasileño se postuló como ese líder alternativo que después ha renunciado a ser.