Con una historia de sufrimientos y un lejano maleficio, Argentina recibe esta madrugada (01.30 horas) a Perú y se juega buena parte de su boleto al Mundial de Rusia 2018. Lionel Messi y Jorge Sampaoli saben muy bien que es un partido tan crucial que los puede dejar a salvo o muy heridos, sin término medio.

La federación tuvo la idea de disputarlo en el estadio de Boca Juniors, que suele vibrar de manera extraordinaria al compás del aliento de la hinchada. Pero esta decisión ha provocado escalofríos en los memoriosos. El 31 de agosto de 1969, Argentina fue eliminada ahí de la Copa de 1970 por los peruanos en un partido que en apariencias era «fácil» y terminó 2-2.

Ricardo Gareca es uno de los personajes paradójicos de este choque. En 1985 anotó el gol agónico de Argentina ante Perú que le posibilitó disputar el Mundial de México-86 en el que Maradona sería figura excluyente. Gareca, quien se inició en Boca Juniors y sabe muy bien lo que es jugar en la Bombonera, no viajó a México, pero igual quedó en la historia de ese torneo ganado gracias al botín mágico de Diego. Con los años comenzó una respetable carrera como entrenador. Ahora está al frente de Perú, que tiene un gol más de diferencia que su rival.

Sampaoli, quien llegó con credenciales de técnico ganador y ofensivo, pero hasta ahora cosechó dos penosos empates, ha detectado un insondable problema anímico entre sus pupilos. La falta de sustancia colectiva del seleccionado es la que puede ahogar a Argentina en sus propias lágrimas de impotencia. «Desde hace una década no hay equipo. Para enfrentar una emergencia futbolera como esta, de nuevo Argentina depende de Messi. Ahí, en la Bombonera, el genio se hará cargo de otro momento decisivo en celeste y blanco», dijo Clarín.

¿Podrá Messi extender su racha goleadora y escuchar cómo una multitud corea su nombre victorioso, o terminará, una vez más cabizbajo, tomándose el rostro con las manos? La respuesta, esta madrugada.