Para medir el mérito de Carlos Sainz mejor no recurrir a la injusta comparación con el palmarés de Fernando Alonso. Quizá sea más realista medirlo con los dos años en F-1 de Jaime Alguersuari con Toro Rosso, el puñado de carreras con Caterham o Marussia de Roberto Merhi, o el ramillete de sesiones libres en un gran premio de Dani Juncadella en Force India o Dani Clos en HRT. Ellos son la era postcampeonatos de Alonso.

Carlos Sainz rompió con la eventualidad que tanto abunda fuera de los tres equipos punteros, y se buscó un lugar al sol en la F-1. A sus 25 años afronta su sexta temporada en F-1 y lo hace después de haber sido incluido por el resto de pilotos, los jefes de equipos o el público según en las encuestas entre los tres o cuatro mejores pilotos del 2019.

MUY SUPERIOR A SU COMPAÑERO

Siempre ha sido rápido, pero Sainz también ha heredado de su padre, el 'Matador', la capacidad para trabajar con los ingenieros en la evolución del coche. El jefe de equipo, Andreas Seidl, confía ciegamente en la sensibilidad y la opinión del madrileño, lo mismo que Andrea Stella, jefe de operaciones. En su primer año en McLaren, Sainz se granjeó el respeto de todos por sus resultados en la pista, pero también por su capacidad de liderazgo fuera de ella. Es verdad que dobló en puntos a su compañero Lando Norris, es cierto que logró el único podio del año, pero tanto o más valor tiene su compromiso y trabajo con un equipo que salió del pozo en el que se había sumido en 2015 y que había comenzado a rodear en el arranque de 2013. Los jefes de McLaren han visto en el madrileño al piloto joven pero experimentado, rápido y consistente que todo equipo necesita.

Puede que lo más llamativo del pasado año fuera el podio de Brasil arrancando último, pero para quienes conocen bien a Sainz, a los Sainz, lo más importante fue verle sacar el colmillo en las luchas cuerpo a cuerpo con Ricciardo, con Hamilton, con Verstappen Quizá tenga que ver la laxitud con la que los comisarios comenzaron a tratar ese tipo peleas desde el arranque del 2019, o quizá ese Sainz que iba de incógnito a un gimnasio de Vallecas para pelearse en el ring con los más macarras del barrio y forjar así un carácter más agresivo haya puesto fin a sus modales de gentelman cuando se baja la visera del casco.

Sí, sí, hay quien dice, acertando, que la agresividad en el golpeo del saco y algún que otro asalto, ha hecho más peleón, más agresivo, tal vez, incluso, más hambriento y sediento a Carlos Sainz. Leclerc, Hamilton y, sobre manera Verstappen, no suelen hacer prisioneros cuando se trata de abrirse paso en la pista o defender una posición. Sainz tampoco los hará sentado a la mesa de los mejores tras una temporada completa en la que siguió enviando señales como le solicita su padre, ese podio mágico, algunas vueltas de clasificación, un montón de adelantamientos al límite, salidas brillantísimas, o esos cuerpo a cuerpo con los mejores.

LE ENCANTA EL NUEVO MCL35

Convivir con Verstappen en un equipo donde manda el holandés y su padre Joss es un infierno. Lo fue para Sainz en Toro Rosso, y para Daniel Ricciardo en Red Bull. Pero Sainz tampoco encontró lo que buscaba en el tumulto de Renault, un equipo llamado a colarse en el grupo de los grandes, pero que no sale de la mediocridad entre vaivenes políticos y de gestión.

Sainz ha encontrado en McLaren la estructura para seguir creciendo como piloto. El MCL 35 presentado esta semana no es un coche para ganar un mundial, por mucho que al madrileño le guste mucho, pero sí para seguir creciendo y brillando, para seguir siendo valorado entre los mejores en un 2021 en el que McLaren sí puede hacer un coche ganador equipado con motor Mercedes o, simplemente, Mercedes o Ferrari llamen a filas a Sainz. Y para eso, enseñará aún más sus colmillos.