Llegó en un patinete al paddock del Autódromo Hermanos Rodríguez y se fue con la corona de campeón, la de su quinto título. Lewis Hamilton se tomó el fin de semana para disfrutar. Empezó tercero, evitó el choque con Verstappen en la salida, y rodó tranquilo, a pesar de los problemas con las gomas, sabiendo que con Vettel lejos del liderato podía disfrutar cada vuelta para asegurar un lugar en el Olimpo como el segundo piloto con mejor palmarés de la historia de la F-1.

Su amigo Will Smith le envió un mensaje por radio nada más acabar la carrera, en cuarto lugar. Suficiente para celebrar: “Lo has hecho amigo, lo has hecho”. Y a lo grande, sin perder evento, sin dar respiro a sus rivales. Descaro nunca le ha faltado, ni para conducir, ni para vivir la vida que le ha perecido mejor. A los 11 años coincidió con Ron Dennis, cuando el estirado inglés estaba en el zenit como propietario de McLaren. “Quiero conducir para McLaren”, le dijo mientras recibía un premio de karting. Lewis era de raza negra, y lo sabía muy bien, lo sufría. Su mayor rival en el kárting era Nico Rosberg, rubio, millonario, hijo de un campeón del mundo de F-1. No iba a ser fácil, como tampoco convivir en el barrio y la escuela pública de Stevenage con compañeros blancos y violentos. “Mi padre me llevó a clases de kárate para poder defenderme”, recuerda.

Debut en la Fórmula 1

Hijo de un inmigrante de Martinica compartió su infancia con un hermano pequeño con disfunciones físicas. “Vivíamos en un pequeño apartamento… Fue difícil. Mi hermano, su capacidad de lucha, siempre ha sido un espejo donde mirarse y saber que cuando deseas algo profundamente, lo consigues. Y mira aquí estoy. No está mal para un chico corriente de Stevenage”, insiste. Apadrinado por Ron Dennis fue escalando en el karting, en los monoplazas. Deslumbró en la GP2 y Dennis lo hizo debutar en F-1 con Fernando Alonso. En aquel invierno de 2007 nadie pensaba que iba a ser algo más que un novato que podría aprender de un doble campeón del mundo. “Es muy rápido, es como si fuera un puto clon mío”, decía Alonso a los más allegados tras las primeras carreras, en plena sorpresa por el talento de Lewis. “Nunca aprendí más que aquel año”, dijo años después de aquella guerra que acabó con la confirmación de que era un superclase, un tipo que haría época.

Ganó el título al año siguiente frente al Ferrari de Felipe Massa y llegó la presión mediática, la fama, la popularidad, los sponsors, las crisis sentimentales. Fue cambiando de mánager, de novia, de entorno… Comenzó a reencontrarse a si mismo en el paso del 2012 al 2013. “Tardé unos años en encajar todas las piezas de nuevo y dejé McLaren para irme a Mercedes, fue la mejor decisión de mi vida”.

Fichaje por Mercedes

Nada más fichar por Mercedes se compró un jet privado —“bueno, eso no fue lo más inteligente”— pero había dejado el yugo paternal de Ron Dennis para trabajar bajo la batuta de Ross Brawn, que ya había ganado siete títulos con Schumacher. Y, sobre todo, llegó a un equipo que había invertido más que nadie y que llevaba preparando años el debut del motor híbrido. Mercedes ha disfrutado del mejor coche desde 2014, pero eso no resta ningún mérito a los cuatro títulos de Hamilton con las flechas de plata. El título que perdió en 2016 frente a Nico Rosberg es lo que otorga valor a esa época. Hamilton ganó en 2014 y 2015 frente a un tipo mucho mejor de lo que todo el mundo pensaba, frente a un rival duro, muy duro, un campeón del mundo al fin y al cabo. Ya se sabía que era el mejor a una vuelta, el mejor adelantador, que tenía la velocidad, pero para marcar una época, para ser le mejor de la historia, necesitaba también manejar la guerra psicológica, los despachos, los contratos, y desde luego, cualquier reglaje del coche, cualquier matiz del pilotaje. Y lo hizo.

Rosberg abandonó la F-1 “exhausto ante la presión psicológica”, pero todo ese trabajo hizo a Hamilton mejor, más consistente, sin fisuras, con la velocidad de siempre, la que le ha hecho dinamitar el récord histórico de poles, a 20 victorias y dos títulos de la que parecían hasta hace poco marcas inalcanzables de Michael Schumacher. Ya tiene en su vitrina el quinto título y quizá el de mayor valor. Hamilton es campeón sin disfrutar de un coche dominante. Ferrari disponía de un coche más rápido durante la mayor parte de la temporada. Pero “es el único piloto que puede ganar sin tener el mejor coche”, suele decir Alonso de él. Ese es el gran valor de su quinto título.

Victoria de Max Verstappen

“Me siento raro en este momento. Ha sido un trabajo duro durante muchas carreras”, dijo al bajarse del coche, tras abrazarse a su preparadora, dando las gracias al equipo, a los esponsors. “Es un momento muy especial”, insistía con ese misticismo, frente a un Vettel hundido y un Verstappen pletórico. En el horizonte solo se vislumbra a un tipo que le pueda hacer sombra en el futuro, el talento Max. El holandés firmó en Mexico la quinta victoria de su carrera en F-1. Y solo tiene 21 años.