Danke Niki”, rezan en los Mercedes, mientras Sebastian Vettel honra al tricampeón austriaco con una réplica de su casco. La memoria de Lauda invade cada rincón del GP de Mónaco. Y también se cuela que cada rendija de la polémica. “Es inaceptable que no haya que querido hablar de Niki”, se queja el veterano John Watson, coetaneo de Lauda, para juzgar la disculpa de Lewis Hamilton (“es demasiado emotivo para mí”, dijo el inglés) para ser sustituido en la rueda de prensa oficial de la FIA por su compañero Valteri Bottas.

Hamilton sí habló sobre la pista, marcando el mejor tiempo. El inglés le debe mucho al “coaching” de Lauda para ser quien es hoy, pentacampeón y auténtico “jefe” de esta parrilla. También le debe mucho Mercedes. Lauda tuvo mucho que ver en el pétreo dominio en la evolución de este equipo que ha dominado las seis últimas temporadas. En los libres de este jueves aventajaron en siete décimas al tercero, un mundo en un un circuito de poco más de tres kilómetros que se completa en un minuto y un puñado de segundos.

Mercedes había abusado de sus rivales en la última cita, el GP de España, apoyados en un enorme rendimiento en el tercer sector de Montmeló, el más revirado, el mas lento. Así que el ratonero trazado de Mónaco no podía si no reflejar lo mismo: dominio aplastante de las flechas de plata, un tuya y y mía entre Hamilton y Bottas.

Sólo Max Verstappen con el Red Bull —un coche temible en circuitos de alta carga aerodinámica— se inmiscuyó en esa lucha fraticida durante la primera sesión, mientras que un problema hidráulico lo apartó de la pelea en la segunda. No tendrá problemas para ser tercero en la parrilla, porque los Ferrari sufren y mucho, cuando más lento sea el circuito. Solo recuperan terreno sobre los Mercedes en largas rectas —como Bahrein o China—, así que en Monaco, que no ofrece ni un solo tramo realmente recto, es una tortura para los coches de Maranello, más pendientes de que Pierre Gasly, con el segundo Red Bull, no se cuele también por delante.

EN CASA

Charles Leclerc corre en casa, en su Montecarlo natal, “por las mismas calles en las que iba en bus al cole”. Se ha diseñado un casco —en Mónaco se permite una variante del utilizado todo el año— en memoria de su padre, fallecido el año pasado, y de Jules Bianchi, fallecido en el GP de Japón en 2016, pero tendrá que dejar para mejor ocasión dedicarles su primer triunfo en F-1. “Solo podría ser si durante la clasificación llueve y esto se convierte en un caos”, asegura el joven talento de Ferrari.

Carlos Sainz se perdió la primera sesión por problemas eléctricos en su McLaren, y con ese hándicap —el Mónaco resulta vital dar el máximo de vueltas para que el piloto gane en confianza— finalizó decimotercero en la segunda, durante una gran fin de semana en el que le tocará sufrir porque “ya sabemos que las curvas lentas no son el mejor escenario para nuestro coche”.