El sueño de cualquier piloto de Fórmula 1 es ser campeón del mundo y pilotar para Ferrari. Muy pocos, poquísimos, han logrado este doble sueño, apenas un ramillete de nombres como Schumacher, Fangio, Prost, Lauda, Alonso, Vettel Carlos Sainz ha cumplido el primero de esos sueños, vestirse de rojo, formar parte de la escudería más lauerada y popular de la F-1, como avanzó este diario el pasado mes de diciembre.

Ferrari ha hecho oficial por fin el compromiso por dos temporadas, la 2021 y 2022, con opción a una tercera. El madrileño, que ya sabe los que es luchar contra dos gallos como Max Verstappen y Nico Hulkenberg, al otro lado del garaje, tendrá como compañero a Charles Leclerc, el chico que maltrató a todo un tetracapempeón como Vettel la temporada pasada.

Carlos Sainz, de 25 años, podrá por fin luchar por victorias, podios y títulos, tras brillar desde su debut con Toro Rosso en 2015, tras consolidarse al pasar a Renault a finales de 2017, y un año después de completar una fenomenal temporada 2019 en McLaren, el empujón definitivo para que Ferrari se decidiera por él en lugar de Daniel Ricciardo.

El australiano ocupará el volante que Sainz deja libre en McLaren para formar pareja junto a Lando Norris, un extremo que ha oficializado McLaren esta misma mañana, y un paso previo al anuncio de Ferrari, como deferencia al derecho no ejercido por McLaren de renovar a Sainz unilateralmente por una temporada más. La decisión sobre la no renovación a Vettel y la opción de Sainz se tomó en Maranello muchos meses atrás, en Brasil, el noviembre pasado, cuando el alemán chocó deliberadamente contra su compañero Leclerc el día el que Sainz se subió al podio arrancando último con un McLaren.

Puede que alguien piense que lo ha tenido más fácil que nadie siendo hijo de quién es. Error. Los pilotos de media España se morían por medirse a Sainz jr en los campeonatos de kárting para ganarle o echarle de la pista. Así creció en el automovilismo el hijo del bicampeón de rallyes, a golpes entre muchachos que se creían con el derecho a jugarle sucio.

Un puñado de buenos resultados internacionales llamaron la atención de Red Bull, que le incluyó en su programa de formación de pilotos. Y por poco que alguien sepa cómo se maneja el doctor Helmut Marko, sabe que tener un padre campeón del mundo es más un hándicap que otra cosa al elegir a un muchacho para la estructura Red Bull.

BRILLANTE EN GP3

Y llegó a la F-1 tras brillar en GP3 y ganar las World Series. Debutó en 2014 en Toro Rosso junto a Max Verstappen, el chico tres años más joven que había obnubilado a Marko, toda la estructura Red Bull y a toda la prensa. "Si Max es el nuevo Senna, como dicen, quién soy yo entonces", decía Sainz dolido cuando le superaba en una clasificación o una carrera.

Sainz aguantó el tipo frente a Max durante el primer año de convivencia. Al segundo se llevaron al holandés a Red Bull. Daniel Ricciardo abandonó despavorido los coches azules harto del trato de favor a Max. Se fue a Renault, y en el movimiento, la marca francesa le cortó la cabeza a Sainz, que había apostado todo por la firma del rombo para no hacer un cuarto año en Toro Rosso.

Red Bull nunca ha encontrado un compañero que plante cara a Max. Ricciardo huyó, y el holandés ha chamuscado en dos años a Pierre Gasly y Alexander Albon. Ahora ocupa la palza que Sainz ha dejado en McLaren, el equipo que dio el espladarazo al madrileño para que Ferrari apostara por él tras un año de liderazgo en Woking, en la pista y con los ingenieros, tras un milagroso podio en Brasil que le abrió las puertas de Maranello.