No nos gustan los planes de Liberty Media para la F-1. No queremos estar en una especie de Nascar global. Y si no nos gusta, nos iremos». La frase de Sergio Marchionne, el presidente de Ferrari, puede sonar fuerte, pero es una más en el mismo sentido de la Scuderia durante los 30 últimos años. Liberty, los dueños actuales de la F-1, han lanzado una propuesta sobre el reglamento de motores que entraría en vigor en 2020, que supone una estandarización de algunas partes de los propulsores para abaratar costes e igualar la competición.

Pero ni Ferrari, que tiene a Vettel como uno de sus pilotos referentes, ni Mercedes, ni Renault, los tres equipos fuertes del campeonato, lo ven con buenos ojos. Ferrari ha levantado más la voz que el resto, aunque eso tiene que ver también con el trato especial que la F-1 le ha dado históricamente y que podrían perder. La protesta de Ferrari nace de la frustración generada en los tres últimos años en los que Sebastian Vettel, el símbolo que en Maranello utilizaron para hablar de «renacimiento», ha empeorado los tres primeros años de Fernando Alonso.

Ross Brawn, el ingeniero que consiguió con Ferrari cinco títulos entre 2000 y 2004 y la persona que construyó el equipo y el proyecto para que Mercedes ganara entre 2014 y 2017, es ahora quien dirige en Liberty la comisión técnica para el cambio de reglamento. Los principales se resistirán seguro a estos cambios.