Tras cruzar el arroyo, comenzamos una subida bastante empinada por la ladera de solana, donde se disponen un chaparral con acebuches muy aclarado y un denso sotobosque de romero, lentisco y jara blanca, entre los que asoman algunos pinos carrascos dispersos y de poco porte. Si miramos hacia atrás, podremos percatarnos de la belleza del paisaje, con el barranco del arroyo del Salado en primer plano. El camino desemboca de nuevo en la pista principal, que seguimos hacia la derecha y hacia el este en dirección a la aldea de Palomares, a media ladera del cerro de Teodoro y luego de los cerros de Roa. Ahora divisamos de frente el perfil de la encrespada sierra Gallinera y el más cercano Morrón Chico, por detrás del cual se alzan desafiantes los relieves del Macizo de la Horconera.

Antes de llegar al cortijo de Lasa daremos con una encrucijada de caminos. Tomaremos el de la izquierda y luego, en un nuevo cruce, de nuevo el de la izquierda, para en un continuo ascenso rodear los cerros de Roa. Pasaremos por un par de cortijos hasta que el camino finalice en un collado. Por un sendero que se abre paso entre la espesa vegetación descenderemos hasta el arroyo de Astorga, y buscando el paso por los olivos que se entremeten por el matorral conectaremos con la pista principal, por donde regresaremos al punto de inicio. Los más aventureros pueden intentar descender siguiendo primero el arroyo de Astorga por su margen izquierda para continuar por una loma que sirve de interfluvio entre dicho arroyo y el de Salado, finalizando en el mismo lugar, pero disfrutando de un paisaje menos intervenido, donde destaca la umbría del arroyo del Salado.