CÓRDOBA

GRAN TEATRO

VIERNES 29

20.30 HORAS

La película que encumbrara al cineasta Federico Fellini, La Strada, protagonizada por Anthony Quinn, Giulietta Masina y Richard Basehart, llega al Gran Teatro en su versión teatral con la adaptación de Gerard Vázquez. Será hoy, a las 20.30 horas. La dirección es de Mario Gas y está interpretada por Alfonso Lara, Verónica Echegui y Alberto Iglesias. Es normal que, con toda la carga cinematográfica que este título representa, sea muy difícil no hacer una comparación entre ambas versiones.

En esta adaptación teatral, tres tristes payasos de bombín y nariz roja se disponen a realizar su número en esta función. Es la historia de Gelsomina, uno de esos personajes icónicos, y del forzudo Zampanó, que recorren en su carreta de circo ambulante los caminos de la Italia deprimida después de la Segunda Guerra Mundial. Viven una atormentada historia de amor que halla un cierto alivio después del encuentro con otro artista de circo, el Loco, soñador que aporta un rayo de luz, a la vez que los celos de Zampanó, lo que conducirá a un trágico desenlace.

El texto teatral es fiel a la letra y al espíritu de su referente, sustituyendo el aire del neorrealismo por poesía escénica con un sentimentalismo a flor de piel. Los tres personajes se enfrentan a un destino precario. Tres formas de ver el amor, a la vez que comparten una profunda soledad y una vida de miseria, marginación y desarraigo que les une. La muchacha, ingenua y tranquila, es vendida por su madre a un forzudo de circo, bravucón y violento.

En algún momento de ese camino que recorren, surge entre ellos un atisbo de amor que no consigue aflorar a causa del orgullo de él y la timidez de ella.Sombras en una pared, hombres encadenados que interpretan la realidad a través de esas imágenes fugaces. A sus espaldas, la salida de la caverna les ofrece un mundo más amplio, más rico. Un mundo que ignoran.

Valores y creencias son los pilares de la verdad. Crecemos en un contexto de valores que conforman nuestro mundo. Ideas educacionales y culturales que tomamos como la verdad. Pero, ¿cuántas de ellas solo son sombras en la pared? La alegoría de la Caverna tiene intacta su vigencia, porque es una metáfora que escenifica un emblema del pensamiento: el abismo entre realidad y representación, entre las cosas en sí y la idea que tenemos de ellas. Y esto no es un juego dialéctico, ni un ejercicio metafísico. El pensamiento del hombre del siglo XXI está lleno de sombras que tomamos por nuestra realidad, prejuicios que banalizan nuestras decisiones, y que son las cadenas que nos atrapan. De esto, precisamente, trata La Strada.