Concierto estelar de esta edición del 2017 del festival Qurtuba jazz, que se está celebrando estos días en Córdoba. Se trata del saxofonista Steve Coleman. Nacido en Chicago, en 1956, es sin duda una de las grandes figuras del jazz contemporáneo, pionero en la investigación y vanguardia del género. Inserto en una nueva gira europea, Coleman llega a Córdoba con un currículum impresionante propiciado por toda una vida dedicada a la búsqueda de nuevas sonoridades y lenguajes musicales, innovando e influyendo en la evolución y actualidad del jazz y siendo cabeza visible de algunos de los proyectos discográficos más sobresalientes de las últimas décadas.

Más de una treintena de discos como líder, y otro tanto o más como acompañante o colaborador. Una más que respetable y prolífica carrera hasta ahora. Inspirado en sus comienzos por Charlie Parker, Sonny Rollins o John Coltrane, en su música mezcla bebop, funk, rap, hip-hop y una vital vocación espiritual, experimental e improvisadora. En este sentido, es responsable de numerosas y novedosas teorías sobre la integración rítmica del funk, el soul, la world music y el jazz, que plasmó con la fundación del celebrado colectivo M-Base junto a Greg Osby y Cassandra Wilson. Este movimiento, nacido a mediados de los años 80, revitalizó el jazz de genética funk con una original mixtura de gusto por el baile, improvisación, música folclórica de origen africano y una singular apertura hacia la disonancia. Steve Coleman llega a Córdoba con Five Elements, proyecto primigenio que lo acompaña desde 1981, y en el que se encuentran en la actualidad Jonathan Finlayson con la trompeta, el bajo eléctrico de Anthony Tidd, y, en la batería, toda una enciclopedia de conjugación de ritmo, gusto y mesura llamado Sean Rickman. Todos ellos huyen de estereotipos y, sobre todo, apoyan a un incansable viajero, cuyo buscado eclecticismo está sustentado en los ritmos africanos más ancestrales, en los sones caribeños de la santería o en la tradición egipcia, por enumerar algunos de los países de los que ha querido libar.

Todo ello ha pasado por el tamiz de la investigación sin descanso de un músico que desarrolla una mística matemática que refleja en las distintas etapas de su vida. Como ejemplo, Steve Coleman llegó a desarrollar un software al que llamó The Improviser, que fue capaz de crear espontáneamente improvisaciones, estructuras armónicas y ritmos de batería, usando inteligencia artificial basada en ciertas teorías musicales que él había postulado a lo largo de los años.

DESDE MUY JOVEN

Coleman comenzó a tocar a los 14 años como estudiante de primer año en South Shore High School de Chicago. Su primer instrumento fue el violín, pero más tarde se cambió al saxofón alto. Después de estudiar varios años, decidió que quería aprender a improvisar, lo que le llevó a la música de Charlie Parker, que ya escuchaba su padre. En su ciudad escuchaba a maestros como Von Freeman, Bunky Green, Gido Sinclair y Sonny Greer, entre otros. En 1978, insatisfecho, decide marcharse un tiempo a Nueva York para estar cerca de maestros como Max Roach, Art Blakey, Woody Shaw, The Thad Jones-Mel Lewis Orchestra o Sonny Rollins. Pronto empezó a tocar con figuras como David Murray, Doug Hammond, Dave Holland, Mike Brecker y Abbey Lincoln.

Sin embargo, fue realmente la influencia de Von Freeman y Bunky Green en Chicago, y Thad Jones, Sam Rivers, Doug Hammond en Nueva York, escuchando grabaciones de maestros improvisados del pasado y música de África Occidental, lo que marcó inicialmente la carrera de Coleman. Incluso tocando con estas primeras figuras apenas le alcanzaba para pagar el alquiler, por lo que también tocó algún tiempo con una banda callejera que armó con el trompetista Graham Haynes y que evolucionó en la primera formación de Steve Coleman and Five Elements, con la que el próximo jueves rememorará algunos de sus emocionantes momentos musicales.

TEATRO GÓNGORA

JUEVES 2

20.30 HORAS