La Sierra de Rute, junto con su vecina la Sierra de Horconera, constituye el conjunto montañoso más elevado y abrupto de toda la provincia de Córdoba, con vertientes muy escarpadas originadas por fallas y estratos verticales en roca caliza y dolomía. Además, esta sierra, que está cubierta de un denso bosque de coníferas de pino carrasco, es uno de los rincones más emblemáticos del Parque Natural Sierras Subbéticas y ofrece una imagen insólita dentro del contexto provincial. Porque en ningún otro lugar de Córdoba se da esta armoniosa combinación entre pinares y roca caliza -tan propensa a los escarpes, desplomes, derrubios y cuevas- que invitan a la práctica del senderismo y al disfrute de su original y bello entorno, que en cierto modo, y salvando las distancias, evoca el paisaje de las jiennenses Sierras de Cazorla y Segura.

No siempre ha sido así. Pascual Madoz nos hace una descripción muy diferente de la sierra de Rute a mediados del siglo XIX: «Una elevada sierra procedente de las llamadas de Priego, en la cual nada se encuentra de notable, más que un torreón del tiempo de los árabes y varias cuevas, algunas de ellas de bastante capacidad y entradas disimuladas; tiene además un puerto denominado del Cerezo y por sus faldas va un camino abierto y diferentes veredas escusadas e intransitables que conducen a su cima; toda esta sierra es pelada y pedregosa, por cuya razón sólo sirve para pasto de cabras». De lo que se deduce que por aquellos años estaba carente de arbolado y sus límites se adentraban en el actual término de Priego de Córdoba, incluyendo al conocido puerto del Cerezo. El torreón al que hace referencia es el del Canuto, situado en la cima del cerro del Hacho, construcción musulmana que tiene su origen en la serie de torres-atalayas que los musulmanes construyen a lo largo de la frontera del reino de Granada en la primera mitad del siglo XIV; y una de las cuevas a las que hace referencia Madoz sería sin duda la conocida como cueva del Grajo, de gran interés arqueológico como tendremos ocasión de comprobar en próximos capítulos.

CAMBIO DE ASPECTO // Si queremos hacernos una idea de cómo sería el aspecto que ofrecería la sierra de Rute por aquellos lejanos años, recomiendo visitar el bar Los Claveles, en una esquina del concurrido paseo del Fresno; y, mientras tomamos un aperitivo, acercarnos a mirar con detalle las fotografías antiguas que cuelgan de sus paredes. Entre ellas se encuentra una foto del año 1904 en la que se aprecia una sierra de Rute «pelada y pedregosa», tal como la calificaba Madoz en su afanoso Diccionario, escrito hace más de 150 años. Precisamente, para frenar la acusada pérdida de suelo que existía por la escasez de vegetación de las laderas a causa del sobrepastoreo y a la tala excesiva de árboles, se llevó a cabo una repoblación de pino carrasco (Pinus halepensis) en la década de los 50, cuya masa arbórea aparece en la actualidad muy bien conservada, contribuyendo a definir la idiosincrasia y personalidad de esta sierra.

Esta alineación montañosa, igual que la mayoría de las sierras de las Subbéticas, presenta una clara y nítida disimetría de sus vertientes septentrional y meridional: la primera abrupta, escarpada y con abundantes derrubios; y la segunda, muy regulada y sin apenas abarrancamientos. En la vertiente norte se disponen los llamados tajos de la Palomina, y entre los huecos de las paredes calizas, cubiertas en ocasiones por un tupido manto verde de hiedra, anidan los buitres leonados.

Esta sierra presenta alturas que superan los 1.100 metros, como el vértice geodésico Sierra Alta -que con sus 1.325 metros de altitud constituye la cota más alta del territorio ruteño-, cerro de Las Cruces (1.270 msnm) y el Morrón de El Salvador (1.125 msnm). A los dos primeros picos se puede acceder por interesantes senderos de los que hablaremos en próximos capítulos.