En las Sierras Subbéticas contamos con una serie de picos emblemáticos -vértices geodésicos todos ellos-, cuyo ascenso supone un aliciente más para los senderistas y montañeros que disfrutan recorriendo su accidentada geografía. En la sierra de Cabra están El Picacho (1.216 m.) y Lobatejo (1.379 m.); en la sierra Horconera, Bermejo (1.474 m.) y La Tiñosa (1.568 m); en la De Rute, Sierra de Alta (1.325 m.), y, finalmente, ya fuera de los límites del parque natural, en la sierra de Albayate, La Pelona o Cerro del Muchacho, que, con sus 1.306 metros de altitud, se erige como quinta cumbre provincial.

Con mayores o menores dificultades técnicas para alcanzar sus elevadas cotas, restricciones por parte de la Administración medioambiental por motivos de conservación o limitaciones y condiciones puestas por los propietarios de los terrenos donde se ubican -lo que hace necesario, o conveniente, la solicitud de permisos o autorizaciones-, a todos estos picos se puede ascender. Bueno, a todos no. Hay uno que se nos veda por completo, y ese pico es el último citado, La Pelona. A pocos metros de dicho vértice geodésico, una valla metálica con una puerta de troncos de madera cerrada con candado nos impide alcanzar la cumbre, cuando ya la tenemos «al alcance de la mano». Eso no quita que no podamos, al menos, acercarnos a tan elevada cota para disfrutar la espectacular panorámica que desde allí se puede contemplar.

Para hacer esta ruta de aproximación a La Pelona debemos de tomar el carril de Peñas Doblas, que se inicia pasado el kilómetro 50 de la carretera A-4159, entre Priego de Córdoba y Algarinejo. Este camino es fácilmente identificable por la presencia en su inicio de las ruinas de la Escuela Rural El Salado. Estamos a 642 metros de altitud, y La Pelona se encuentra a 1.306 metros, lo que supone que tendremos que superar un desnivel de 664 metros. El carril de Peñas Doblas conduce a dicho paraje y cortijo del mismo nombre, del que hablaremos más detenidamente la próxima semana.

El principio del recorrido transcurre sobre olivar, que ha ido ganando terreno en poco tiempo al bosque autóctono que allí existía. Conforme ascendemos, van apareciendo las encinas y un matorral de retamas, coscoja, jara blanca, matagallo y espino majuelo. En primavera, los bordes del camino se adornan con el bonito color violeta de la berza silvestre (Moricandia moricandioides) y nos llamará la atención un hermoso arbusto de flores amarillas que muestra unos frutos en racimo a modo de vejigas. Se trata del espantalobos (Colutea atlántica), planta endémica del centro y sur de España y noroeste de África, poco frecuente en la comarca.

A un kilómetro y medio, aproximadamente, del inicio, nos encontramos con una vegetación de un verde llamativo -que se torna parda en el otoño- debido a las nogueras y demás árboles frutales caducifolios del cortijo de La Hortezuela. Pasado dicho cortijo, en una curva cerrada del camino, debemos abandonar el carril para tomar un sendero que tiempo atrás fue el camino utilizado para llegar de Priego a Algarinejo.

Este viejo camino medieval, una vereda estrecha que en algunos tramos está empedrado y muestra muros de contención, está incluido en la base de datos del Patrimonio Inmueble de Andalucía y discurre paralelo a un pequeño barranco por el que en época de lluvia bajan las aguas del arroyo de las Peñas.

Al principio del mismo y a la izquierda, encontramos en el estrato arbustivo una asociación de aulagas (Ulex parviflorus) y jopillos de seda montés (Staehelina dubia), siendo esta última la especie dominante. Seguimos caminando, dando vista a la derecha a un bosque mediterráneo autóctono poco degradado. A este bosque se adapta una fauna muy rica y diversa, entre la que cabe citar a animales como el gavilán, el carbonero común, el rabilargo, la gineta y el tejón.