CÓRDOBA

GRAN TEATRO

JUEVES 28

20.30 HORAS

Aúna el concierto del próximo jueves la intensidad del programa y la clausura del XVIII Festival de piano Rafael Orozco con la visita del afamado pianista cubano Jorge Luis Prats, que ha logrado éxitos en los más prestigiosos auditorios de todo el mundo a lo largo de su prolongada carrera.

El concierto, titulado Las mil y una Rusias, comenzará con el Concierto nº3 para piano y orquesta en re menor, op. 30 de Rachmaninov, estrenado en noviembre de 1909 en Nueva York y escrito entre la primavera y el otoño del mismo año. Las proporciones de este concierto son mucho mayores que las de su antecesor, pero lo que realmente lo singulariza es su factura pianística especialmente cargada, su dificultad técnica y su desbordante emotividad, que lo convierten una de las obras más peligrosas del repertorio.

El lírico diálogo interior con el que comienza el Allegro non tanto va desarrollando una ornamentación cada vez más brillante, hasta desembocar en el segundo tema, que nos hará transitar por crescendos y descensos vertiginosos, instantes de calma y otros de ardor ruso que permitirán a Prats desplegar su emocional forma de interpretar.

En el Intermezzo, de bella inspiración melódica, la forma y el contenido son de gran originalidad: las variaciones, el scherzo y el tumulto final se enlazan directamente con el último movimiento, Alla breve, dominado por los ritmos y ligado a los dos anteriores mediante citas. Tras el descanso, sonará la Sinfonía nº5 en mi menor, op. 64 de Chaikovski, también estrenada en el mes de noviembre -ésta, en 1888- y duramente criticada por la prensa. El autor reconoce en su correspondencia privada las dificultades que tiene en la composición de esta obra: «Me parece que no tengo la facilidad de antes, ni una disponibilidad permanente de material musical».

Chaikovski, al igual que en su cuarta, le asigna un contenido programático ligado al destino y, a pesar de no haber elaborado un programa detallado, deja anotaciones que revelan claramente qué le ocupaba el ánimo mientras componía: “Introducción: sumisión total ante el destino, o lo que es igual, ante la predestinación ineluctable de la providencia. Allegro I: Murmullos, reproches a XXX. Allegro II. ¿No valdría más entregarse por completo a la fe?”, o señala un tema como «consuelo» y «rayo de luz» y una respuesta de los instrumentos graves: «No, ninguna esperanza».

Este sentido trágico-existencial, que irá en crescendo hasta la Patética, impregna toda la obra; incluso en los momentos más airosos se respira un aire de inquietud oculta, la felicidad nunca es plena y expansiva, sino melancólica, teñida de una oscuridad que nos espera. El Andante maestoso que cierra la sinfonía parece querer contradecir el discurso anterior, si bien las versiones que intentan desentrañar su sentido se debaten entre el triunfo del destino o la victoria de la fe religiosa.