CÓRDOBA

GRAN TEATRO

JUEVES 13

20.30 HORAS

Vuelve al atril el director titular de la Orquesta de Córdoba, Carlos Domínguez Nieto, con un programa intenso que, en un lapso de menos de cien años, recorre músicas muy diversas: desde el tango argentino y sus consecuencias en la música de concierto al romanticismo ruso del siglo XIX.

Astor Piazzolla (1921-1992) nació en Mar de Plata y pasó su infancia y juventud en Nueva York, donde se curtió en la violencia de los barrios de inmigrantes. Tocó el bandoneón e hizo arreglos orquestales para Aníbal Troilo, pero fue tras estudiar con Nadia Boulanger cuando se decidió a fundir en una sola sus dos opciones profesionales: componer música clásica y tango.

El Concierto para bandoneón Aconcagua es una obra de madurez en la que Piazzolla nos ofrece la versión más sinfónica y menos «lunfarda» de su música, en contraste con María de Buenos Aires, su célebre y genial tango-operita, con la que comparte pasajes, eso sí, con un tratamiento mucho más estilizado en el concierto Aconcagua.

Como si de un intermezzo se tratara, se escuchará a continuación el tango La cumparsita de Gerardo Matos Rodríguez, compuesto en 1916.

Estrenada en San Petersburgo en octubre de 1893 bajo la dirección del autor, la Sinfonía nº6 en si menor Op. 74 Patética de Tchaikovski comparte con el concierto de Piazzolla la intensidad expresiva y el abrupto tránsito entre pasajes expansivos y melancólicos.

Desde el inicio de su composición, Pyort Tchaikovsky decidió dotarla de un «programa fundamentalmente subjetivo», según escribió a su dedicatario, su primo Vladimir Dadydov. Tras finalizarla, se declaró más satisfecho con ella que con ninguna otra obra suya, pero no pudo conocer su triunfo en vida, ya que en su estreno causó más perplejidad que entusiasmo -probablemente por la mediocre dirección del compositor-.

Interpretada por segunda vez tres semanas más tarde bajo la dirección de Napravnik, conoció un triunfo póstumo, ya que, en el intervalo Tchaikovsky murió impulsado al suicidio por un escándalo privado. De todas las interpretaciones dadas a su «programa subjetivo», la más plausible parece la de una retrospectiva autobiográfica que desemboca en un réquiem para sí mismo, resultante de la premonición que el compositor habría tenido de su próximo fin.