CÓRDOBA / GRAN TEATRO / JUEVES 11 / 20.30 HORAS

Tras las buenas sensaciones que dejó el concierto de presentación de la temporada el pasado sábado, llega el primero de los doce de abono y la novedad del Gran Teatro tras la ejecución de obras de remodelación, con la incógnita sobre si habrá mejorado la acústica de la sala, después de haberse celebrado la anterior temporada en el Teatro Góngora, cuya acústica es sensiblemente mejor. Pensada para una pequeña orquesta --nueve instrumentos de viento, tambor y clave o arpa--, la Suite française está escrita en 1935 como música de escena para una pieza de Édouard Bourdet. Para su composición, Poulenc se basó en una colección de danzas del renacimiento de Claude Gervaise que reciben un tratamiento neoclásico: más que una reinterpretación o especulación sobre la música del pasado, se acerca estilísticamente a una mirada hacia atrás.

Tras la obra de Poulenc escucharemos la Música para cuerda, percusión y celesta, que constituye la cima de la música orquestal de Bartók y uno de los ochomiles de la sinfónica del siglo XX. Compuesta en 1936, cuando su autor había alcanzado ya el éxito y se disponía a realizar varias de sus obras maestras, llama la atención en ella lo desacostumbrado de la composición de la orquesta. La obra no parece tener parentesco con ningún género existente -quizás por ello su autor la denominó sencillamente Música-, pero está construida con una potente arquitectura interna en la que las relaciones de simetría juegan un importante papel: Bartók tomó la sección aúrea como punto de partida para estructurar la obra, contribuyendo enormemente a la renovación del lenguaje musical contemporáneo: escritura rítmica, una armonía que mezcla lo tonal, lo modal y lo atonal formarán parte de una nueva forma de hacer música a partir de esta obra.

Cerrará este primer concierto de temporada la Serenata en si bemol mayor KV 361 -Gran partita- de W. A. Mozart, compuesta, como sus dos antecesoras, para un grupo instrumental singular -doce instrumentos de viento y contrabajo, éste sustituido con frecuencia por un contrafagot- e integrada en la Harmoniemusik -concebida como equivalente en viento a la literatura para cuarteto de cuerda- para ser interpretada al aire libre, su adagio -un nocturno apasionado- es su punto culminante y la acerca al mundo de las grandes obras camerísticas del genio de Salzburgo.