tres obras de fuste de Beethoven -aunque suene redundante- integran el duodécimo y último concierto de abono de la temporada 2017-2018, con el que el actual director titular, Lorenzo Ramos, se despedirá de su público desde la temporada 2012-2013. Desde esta tribuna deseamos, tanto al director saliente como al entrante, Carlos Domínguez-Nieto, un futuro profesional que colme sus aspiraciones.

Nada más y nada menos que Fidelio, el Concierto para piano nº 5, Emperador y la Sinfonía nº 3, Heroica se sucederán ante nuestros oídos a partir de las ocho y media de la tarde. El joven pianista sevillano Juan Pérez Floristán -que viene avalado por sus triunfos en los concursos Paloma O´Shea de Santander y Steinway de Berlín en su edición de 2015- interpretará el Emperador junto a la formación cordobesa.

De las cuatro oberturas que Beethoven escribió para su única ópera, Fidelio es la pieza que finalmente ha quedado como introducción a la misma: escrita para una nueva representación en 1814 -nueve años después de su estreno poco exitoso ante una audiencia compuesta casi exclusivamente por militares-, esta página de unos seis minutos de duración no se adentra en los entresijos dramáticos de la ópera, sino que, muy concisamente, empleando una nueva temática y confrontando dos motivos básicos en una sucesión Allegro-Adagio-Allegro-Presto coloca al oyente en situación para sumergirse en el conflicto sentimental, moral y político que plantea la obra.

Con el Emperador, escrito en 1809 y estrenado en 1811, Beethoven alumbra su más importante y monumental partitura concertante, aunque tras su imponente construcción y su dilatado desarrollo sinfónico sin precedentes se advierta menos carga poética que la que atesora el cuarto de los conciertos. Impresionante y brillante en su comienzo -que marca el curso épico-marcial del movimiento-, no se encuentra lejos del espíritu de la Heroica. El Adagio un poco mosso aparece protagonizado por una bellísima melodía que da ocasión al piano a encaramarse a las alturas en una sucesión de trinos que desembocan en el Rondó, agresivo y exuberante.

Esbozada en 1802 durante su estancia en Heiligenstadt y compuesta entre la primavera de 1803 y mayo de 1804, la Heroica fue estrenada en 1805 en la misma ciudad bajo la dirección del compositor. La crítica juzgó la obra «pesada, interminable y deshilvanada» -demostrando la enorme capacidad para equivocarnos que tenemos los críticos-, no llegando a comprender el impulso irresistible que contiene y que hará estallar los límites de la sinfonía clásica con una partitura colosal, una llave que abre la puerta del romanticismo pleno y un sello que afirma vigorosamente la auténtica originalidad del autor. Su inmenso primer movimiento incluye un desarrollo inusitadamente extenso y complejo y unas asombrosas (para su tiempo) modulaciones armónicas. La intensa y emotiva Marcha Fúnebre, con un obsesivo y martilleante ritmo es seguida por un Scherzo agreste y por un Finale que se construye como unas gigantescas variaciones que utilizan el tema principal del ballet Las criaturas de Prometeo. Beethoven es siempre Beethoven, pero unas veces más que otras.

CÓRDOBA

TEATRO GÓNGORA

JUEVES 7

20.30 HORAS