El maestro Aaron Copland (New York 1900, 1990) abrirá el décimo concierto de abono de la Orquesta de Córdoba con la brillantez y la frescura de los Tres Bocetos Latinoamericanos, compuestos tras un viaje realizado en 1942 por varios países sudamericanos --de donde surgirá también su Danzón, consecuencia de su paso por Cuba--. Copland, tras asistir a las clases de Nadia Boulanger en París, vuelve a Nueva York y comienza a componer en un estilo cosmopolita de inspiración neoclásica que recurre a elementos del jazz y de los folclores norte y sudamericanos. De su interés por el folclore latinoamericano -en especial por el mexicano, al que se debe El salón México- son consecuencia estos bocetos, que trabaja con bastante libertad sobre material temático tradicional.

El Concierto para clarinete, orquesta de cuerda, arpa y piano nos muestra la vertiente de inspiración jazzística de Copland: encargado por el célebre clarinetista de jazz Benny Goodman -que hizo igual encargo a Béla Bartók y a Paul Hindemit-, fue escrito en 1948 -con Goodman en la cabeza, según el propio autor- y estrenado en Nueva York por su destinatario en 1950. Laura Ruiz, clarinetista con una brillante carrera en conservatorios y orquestas alemanas, será la encargada de interpretar la parte solista del concierto.

El concierto comienza con la bellísima Lullaby, una delicada muestra del lirismo sin quebranto, contemplativo y absolutamente contemporáneo con el que Copland es capaz de colmarnos -tan hermosa y menos melancólica en forma y fondo que los pa(i)sajes amplios, abiertos y serenos de su Primavera…-. Este calmo remanso contrasta con el segundo movimiento -enlazado mediante una cadencia virtuosística del solista-, rápido y de inspiración totalmente jazzística, formado por unas variaciones rítmicas dominadas por la síncopa del jazz en las que el solista termina arrastrando a la orquesta en un torbellino hacia una suerte de movimiento perpetuo que cierra la pieza.

La segunda parte del concierto estará dedicada a la Sinfonía nº4, en si bemol mayor, Op. 60 de Beethoven, «la grácil joven griega», según Schumann, que la bautizó atendiendo a su equilibrio clásico y a sus proporciones e intimismo. Compuesta en el verano de 1806 -el mismo año de su Concierto para violín- por encargo del conde Oppersdorf, fue estrenada de forma privada en marzo de 1807 en casa del príncipe Lobkowitz en Viena y públicamente en noviembre del mismo año en el Hoftheater.

La biografía del compositor nos revela que fue compuesta durante un período en el que su amor por Teresa von Brunswick parecía posible, lo que parece influir en el color de la sinfonía, más jovial que apasionado, con un impulso y una vivacidad muy juveniles. Una larga introducción -la más extensa que compondría Beethoven- da paso a un Allegro saltarín y explosivo; el Adagio que sigue «sobrepasa todo lo que la imaginación más ardiente pueda soñar como ternura y voluptuosidad pura», según Berlioz, mientras que el Allegro vivace -que, en realidad, es un doble scherzo acompañado de dos tríos-, se alimenta melódicamente para propulsarse enérgicamente hacia el Allegro ma non troppo, de una ligereza indolente y vertiginosa que se lanza -de igual forma que el último movimiento del concierto de Copland- hacia un perpetuum mobile con el que el maestro de Bonn cierra su cuarta. ¡Bonito programa!

CÓRDOBA

TEATRO GÓNGORA

JUEVES 17

20.30 HORAS