Tras la actuación de ayer, hoy se ofrece la segunda función del octavo concierto de la temporada de abono de la Orquesta de Córdoba en el Teatro Góngora de la mano del director valenciano José Sanchís, que ha dirigido diversas formaciones sinfónicas españolas y estará acompañado por Laura Llorca, flauta solista de la Orquesta de Córdoba. La breve vida de Juan Crisóstomo Arriaga (Bilbao 1806, París 1826), niño prodigio que pudo devenir en gran maestro, arroja un pequeño pero espectacular catálogo de obras, a juzgar por la edad a la que fueron compuestas: con once, un octeto; una obertura para orquesta a los doce, la ópera Los esclavos felices, a los trece, cuya obertura escucharemos abriendo el concierto. La obertura comienza con una melodía de ligereza muy italiana que da paso a un Allegro de una jovial volubilidad, cuyo segundo tema, con vibrantes crescendos, evoca irresistiblemente a Rossini. La coda, de rápido aire, vuelve de forma tan divertida como inesperada al primer tema del Allegro, cerrando una página original y cautivadora.

A Mozart no le gustaba la flauta, según relata él mismo en una carta a su padre, ello explica que los dos conciertos y los tres cuartetos que escribió para este instrumento fueran obras por encargo todas ellas. El primero de los conciertos fue compuesto en Mannheim entre diciembre de 1777 y febrero de 1778 y, aunque el encargo así lo solicitaba, no se puede considerar corto ni fácil: desde el comienzo del Allegro maestoso, Mozart se dirige a un virtuoso capaz de realizar los pasajes más asombrosos. El vigor, la majestad, la amplitud de este movimiento, la firmeza de su escritura y el equilibrio de sus proporciones muestran qué punto de perfección podía alcanzar Mozart, incluso cuando escribía para un instrumento solista que no le interesaba. El Adagio non troppo crea una atmósfera tierna y melancólica reforzada por las sordinas en la cuerda y los pizzicati de la cuerda baja. El Rondo, incisivo y brillante, cierra la obra impregnado de tranquila serenidad. Se vuelve a Arriaga con su Sinfonía en re menor, compuesta en los últimos años de su vida, que comienza con un inquietante Adagio de dimensiones poco habituales. La escritura cerrada y segura, el hábil uso del contrapunto, la refinada elegancia de acentos schubertianos y la ligereza confieren a esta obra un amplio espectro emotivo y dan forma a una obra de altura.

CÓRDOBA

TEATRO GÓNGORA

VIERNES 6

20.30 HORAS