Hay un camino que conecta la población de Zambra con el Centro de Gestión de Residuos de Rute. A este último se puede llegar más cómodamente por una carretera que parte de la aldea de Llanos de San Juan. Por este camino alcanzaremos la cresta donde se asienta el castillo de Zambra. Si bordeamos por el oeste la alargada mancha de matorral dispuesta a lo largo de la cuerda de esta elevación montañosa, llegaremos a un camino que la atraviesa por un pequeño collado.

Desde allí es fácil llegar a las ruinas de esta fortificación, que se levanta en un cerro de 691 metros, protegido por su cara este de un tajo de roca natural de unos 30 metros, sobre el que se eleva majestuosa su torre del homenaje, muy deteriorada y situada en el ángulo noreste del recinto. Esta torre es cuadrada, de nueve metros de lado y unos muros de 2,20 metros de espesor. En el ángulo noroeste existe otra torre incompleta y en el muro oeste, que es el mejor conservado, se puede ver que está hecho de mampostería con piedras desbastadas en hileras.

La parte más interesante son los dos habitáculos superpuestos, con bóvedas de cañón un tanto apuntadas y la disposición a tizón del mampuesto, con un grosor semejante al ladrillo. Estos habitáculos tienen unos 18 metros de longitud, más reducido el superior, con una saetera en el muro oeste. La altura es próxima a los 2 metros y la anchura de 2,40. Si se penetra dentro de estos habitáculos por unas aberturas situadas en su flanco occidental se comprobará que al otro lado se abren hacia el exterior ofreciendo unas bellas panorámicas enmarcadas por las paredes abovedadas. Entre las piedras derrumbadas de la fortaleza encontramos varios ejemplares de una planta curiosa, el trébol hediondo (Anagyris foetida).