Llegamos finalmente a puerto Mahina, a 1.165 metros de altitud. Aquí tenemos una buena representación de los matorrales xeroacánticos o matorrales espinosos en almohadilla propios de las altas montañas secas de la región mediterránea. En ellos se encuentran siempre un cierto número de especies endémicas, es decir, que no se dan en ningún otro lugar del mundo. Entre ellas cabe señalar pequeños arbustos almohadillados de los géneros Erinacea, Bupleurum, Pilotrichum, Genista y Echinospartum. En la cima del puerto y en su entorno también podemos encontrar ejemplares dispersos de arbustos como el enebro (Juniperus oxycedrus) o la carrasquilla (Rhamnus myrtifolius), arbusto este último de ramas gruesas y nudosas que suele adaptarse perfectamente a la superficie de las rocas, acomodando su anatomía a la forma de las mismas, y así evitar ser ramoneado por los herbívoros.

Es fácil observar los movimientos inquietos del colirrojo tizón o la collalba negra, el paso de un ruidoso bando de chovas piquirrojas, y más alto, el vuelo tranquilo y majestuoso de algún buitre leonado o águila real.

En puerto Mahina el paisaje es magnífico, con vistas a las dos vertientes de la sierra. Hacia el sur, se distingue el cortijo Cañatienda y el Alto de Torres, y a lo lejos la Sierra de Rute y el embalse de Iznájar, y más al fondo aún, la inconfundible Peña de los Enamorados y el Torcal de Antequera, ya en la provincia de Málaga. Por la otra vertiente, al Norte, se divisan numerosos cortijos, destacando el de las Chozas de Toledo en primer plano; la sierra Alcaide y el pico Ahillos de Alcaudete al fondo; y las aldeas de Zagrilla, El Esparragal y algunos pueblos de Jaén.