en la arisca sierra de los Judíos se abre, entre otras, la honda cavidad de los Mármoles, cuya boca cara al cielo, presenta el aspecto de una sima o hundimiento, de sorprendente hosquedad y misterio. Aunque, como vimos la semana pasada, esta cueva es considerada un santuario del Neolítico, su ocupación se prolonga en épocas posteriores. A lo largo del tercer milenio comienza en el sur de la península Ibérica la Edad del Cobre o Calcolítico donde se van a producir las primeras manufacturas realizadas con metales, siendo el cobre el mineral con que se iniciará la difusión de las técnicas metalúrgicas. A pesar de que en esta época el hombre suele abandonar el hábitat en cuevas para establecerse al aire libre donde construirá poblados de cabañas, en la cueva de los Mármoles, junto a fragmentos de cerámica a mano y restos de talla en sílex, se han hallado brazaletes de arquero, cuernecillos de cerámica y un fragmento de cuenco con decoración campaniforme, todo ello típico de la Edad del Cobre.

Algunos escasos fragmentos de cerámica romana encontrados en la cueva indican una presencia esporádica durante el período hispanorromano, no vinculado a un hábitat permanente, al contrario de lo que ocurrirá en la época del dominio musulmán. Efectivamente, durante los siglos X y XI d.C. la ocupación de cuevas naturales en el alfoz de madinat Baguh (Priego de Córdoba) se convirtió en una manifestación singular, sin parangón en ningún otro lugar de al-Andalus; y sin lugar a dudas la gruta más importante de todas ellas fue la cueva de los Mármoles, a juzgar por el volumen de artefactos recuperados, los abundantes fragmentos de cerámica andalusí, y las peculiaridades de sus espacios y emplazamiento.

En época moderna y contemporánea, la cueva pasa a ser de nuevo refugio ocasional de pastores, cazadores o cualquier persona que necesitara resguardarse provisionalmente ante las inclemencias del tiempo; y también lugar de incursión de algún curioso visitante, que solía dejar constancia de su aventura mediante grafitis en las paredes o formaciones de la cavidad, como mínimo desde finales del siglo XIX.

Recientemente, se ha descubierto por parte del grupo espeleológico G40 un grabado del célebre guerrillero antifranquista Tomás Villén Roldán, apodado como Cencerro, líder de la guerrilla en la Sierra Sur de Jaén, que seguramente utilizaría la cueva como refugio esporádico.

Finalmente, llega la época de su redescubrimiento y puesta en valor para la arqueología. Aprovechándose de su fácil acceso, pasaron por allí investigadores como Bernier y Fortea o López Palomo y arqueólogos varios. Durante los años 1982 a 1987 se efectuaron seis campañas de excavación en el yacimiento, dirigidas por la ya fallecida profesora María dolores Asquerino Fernández, del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Córdoba; y en 1999 se realizó un estudio científico en el yacimiento mediante una intensiva prospección superficial, que permitió recuperar numerosos restos humanos en las partes interiores de la cavidad.

El acceso más cómodo para llegar lo tenemos por la carretera CO-8206, que comunica dicha aldea con Castil de Campos, a través de la sierra de los Judíos. Pasado el kilómetro 3 y después del carril de acceso a la ermita de la Virgen de la Cabeza, surge a la derecha una pista terriza que se dirige a la parte oriental de la sierra de los Judíos hasta llegar al ruinoso cortijo de la Sierra.

A un kilómetro y medio del inicio de la pista, si abandonamos la misma y avanzamos campo a través hacia el norte, a través de un matorral no muy cerrado de jara blanca, matagallo, aulaga y algunas encinas dispersas, buscando la parte más elevada de la loma, llegaremos al vértice geodésico Calabazas, que con sus 991 metros de altitud es la cota más elevada de esta sierra, por lo que ofrece espectaculares paisajes de las provincias de Córdoba y Jaén.