Raro es el pueblo de la provincia de Córdoba que no tiene una ermita del Calvario, evocando a la colina situada a las afueras de Jerusalén donde tuvo lugar la crucifixión de Jesús. Suele estar en un monte cercano a la localidad y la subida al mismo se suele acompañar de un viacrucis. El esfuerzo de la ascensión y el bucólico emplazamiento donde se ubican invitan al recogimiento y la contemplación del paisaje.

En el caso de Cabra la ermita del Calvario se localiza a unos quinientos metros de la ciudad, en un cerro situado entre la vieja carretera de Cabra a Doña Mencía --en la primera hoja topográfica, de principios del siglo XX, figura como carretera de Baena a Linares-- y el camino de Nueva Carteya a Cabra, que en la actualidad es una carretera secundaria que conduce a la ermita de la Cruz del Aben Abad, para desembocar posteriormente en la carretera A-316.

La ermita del Calvario es de principios del siglo XVII. Concretamente, y según Ramírez y las Casas Deza, fue erigida en 1619 por Felix Benito de Vargas. Es una austera y sólida construcción de piedra, y presenta una espadaña construida en ladrillo que cobija una pequeña campana. Antiguamente poseía una modesta vivienda para el santero que se encargaba de su guarda y cuidado. El edificio tenía tres altares donde realizar actos religiosos y fue de esta ermita donde se recogió hace tiempo la escultura del Cristo del Calvario, que en la actualidad es una imagen procesional por las calles de Cabra el Lunes Santo.

Es la segunda ermita más importante en el término de Cabra y es muy querida por la población, como lo demuestran los muchos fieles que acuden a ella en Semana Santa para realizar un vía crucis en honor al Cristo del Calvario.

Para llegar a la ermita debemos tomar la carretera de Doña Mencía (carretera de la Diputación de Córdoba CO-6211) y antes de llegar al punto kilométrico 11, a la altura de la estación de servicio de La Atalaya, veremos que se desvía a la izquierda una carretera que indica Nueva Carteya. A unos cien metros a la derecha parte un camino que al momento se bifurca en dos. El ramal de la izquierda conduce a una explotación pecuaria. Debemos pasar la cancela, que debemos dejar cerrada, y continuar por el camino de acceso a la misma hasta que veamos unas cruces blancas a la derecha. Siguiendo este singular viacrucis, sin camino definido y entre las encinas, llegaremos a las mismas puertas de la ermita del Calvario, situada en todo lo alto de un cerro de 519 metros de altitud.

Delante de la misma hay tres cruces de piedra blanca, y en el pedestal de la central hay dos inscripciones en dos de sus caras, que dicen: "Esta cruz se puso a devoción de D. Lorenzo Rivero, presbítero, y las obras a devoción de D. Francisco María Galiano. Año de 1781". Sobre la puerta de la ermita existe una lápida de piedra blanca que informa sobre el año y el responsable de la construcción. Reza así: "Fellic Benito Rviz Devargas abogado hizo esa obra y casa asvcosta y desv hacienda por sv debocion siendo ermno mayor desa cofradia-A-de-1619".

Desde la parte de atrás del santuario se disfruta de una espléndida panorámica de la ciudad de Cabra, aunque las mejores vistas de la ermita y su entorno las obtendremos si ascendemos al cerro situado más al norte y del que nos separa un pequeño collado. Hay que tener cuidado porque al otro lado del mismo se abre la tremenda zanja de una cantera.

Esa cantera que aparentemente no parece tener mayor interés, salvo el inevitable impacto que causa en un enclave tan emblemático, esconde sin embargo, un pequeño tesoro. Protegida su entrada por una caseta cerrada con una puerta metálica se localiza la denominada cueva de la ermita del Calvario, declarada Bien de Interés Cultural (BIC).

En el libro Cuevas y simas de la provincia de Córdoba, editado por la Diputación de Córdoba, José Antonio Mora Luque nos cuenta su azaroso descubrimiento, como ocurre con la mayor parte de las cavidades que se localizan en este tipo en canteras. En concreto la cueva se descubre el 23 de noviembre de 1988, como consecuencia de la explotación de la cantera próxima a la ermita del Calvario, de donde recibe su nombre.

Esta cavidad no presenta demasiado interés desde el punto de vista espeleológico dadas sus características y desarrollo; sin embargo, sí ofrece interés, y muy notable, desde el punto de vista arqueológico debido a sus manifestaciones de arte rupestre.

En aquel momento Adolfo Luque era director de la escuela Taller de Cabra y, al conocer el hallazgo, se puso en contacto con Alejandro Ibáñez, arqueólogo provincial, quien a su vez contactó con José Antonio Mora para que realizara una prospección en la cueva.