La admiración lorquiana hacia el Rey de los cantaores, como se le denominaba en su época, es uno de los múltiples latidos que el Ballet Flamenco de Andalucía ha querido dignificar en este complejo y acabado montaje con el fin de rescatar del olvido la época del gran cantaor a través de su compleja y vitalista trayectoria en la que hay que señalar también su oficio de sastre, maestro de baile (algo que ignorábamos), picador de toros y hasta su alistamiento militar en el ejército uruguayo en el que estuvo más de siete años, regresando a Cádiz donde se instaló ya convertido en un rico indiano, lo que le llevaría a crear aquellos legendarios cafés cantantes como el del Recreo de Sevilla, en el que ejercía como gestor y cantaor asimilando las enseñanzas de sus maestros El Fillo y Frasco El Colorao, y con el propósito de elevar el cante a la altura artística que le correspondía.

El director del Ballet de Andalucía, Rafael Estévez, omnipresente en casi toda la obra, conjuntamente con el bailaor y coreógrafo cordobés Valeriano Paños, ha realizado una laboriosa búsqueda de investigación de datos biográficos y visualizaciones de 1917 con los bailes de Juana y María Vargas Las Macarronas para escenificar las distintas etapas del gran Silverio, del que como es sabido, no existe ninguna grabación de esa voz que «abría el azogue de los espejos», si bien la transmisión oral nos ha dejado cantes atribuidos al maestro brillando la citada seguiriya, las serranas y el polo, entre otros.

Desde la Introducción del Café Silverio, los jaleos, panaderos, alegrías, serranas, soleá apolá, peteneras, cantiñas, polo, rondeñas del Negro, tanguillos, bulerías, sevillanas y las guarachas de las viejas ricas de Cádiz, culminan el tercer movimiento escénico con la seguiriya y la cabal, cerrando con un réquiem este espectáculo formado por un selecto grupo de profesionales del cante, la guitarra y el baile, elegidos con el rigor y la exigencia que demanda nuestro Ballet Andaluz al que una vez más debemos de dar nuestro aplauso por el deseo de recuperar y actualizar el legado de artistas, como la de este Silverio de vida azarosa y aventurera que quemó sus naves en la dignificación del Arte Flamenco.