La Feria de Córdoba, como toda fiesta popular que se precie, no es solo una válvula de escape social e individual… es un mecanismo para hacer más fuerte a la comunidad, con todo lo que ello supone, haciendo que un grupo se identifique consigo mismo y suponiendo un revulsivo para que esa sociedad se una y avance. Y eso no lo dice un mindundi, se trata de uno de los preceptos que usa la Unesco para determinar cuándo un bien inmaterial es auténticamente parte del patrimonio común.

Y nada mejor que hoy, el día en el que a medianoche se hubiera encendido el alumbrado de la Feria 2020, para rendir tributo a una fiesta quizá ahora más necesaria que nunca tras su suspensión por la crisis sanitaria. Ese es el sentido de este Documentos CÓRDOBA que se ha fijado como objetivo evocar vivencias de Córdoba y de los cordobeses de las ferias de los últimos años, reivindicar nuestro carácter como ciudad, mantener vivo el debate sobre la necesaria mejora de la fiesta, recordar su importancia económica y, sobre todo, servir para traer un poco de esperanza a unos tiempos difíciles como los actuales, marcados por la crisis sanitaria y sus consecuencias socioeconómicas.

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Un poquito de historia

De hecho, no se puede olvidar que fue la economía la que justificó el nacimiento de la Feria desde aquellos encuentros centrados en el comercio y el ganado del siglo XIII, una historia de esta cita que, conforme fue pasando la diversión a un primer plano, se trasladaría a la calle San Fernando (que por algo aún es popularmente la Calle de la Feria), o al entorno de la Puerta de Sevilla hasta que se ubicó en la Puerta de Gallegos, en 1803 y, después, en 1820, pasara a acoger el evento el Paseo de Nuestra Señora de la Victoria de Málaga… que por cierto así es como aún se llama oficialmente esta vía urbana..

La ciudad creció, poquito, a lo largo del siglo XIX y muchísimo más desde mediados del siglo XX, dejando en el centro de Córdoba a la añorada feria en la Victoria. Un querido ciclo festivo que, seamos también realistas, ahora no lograría el más simple permiso por contravenir las normas emanadas de la UE en materia de seguridad (si no ocurrió nada grave... fue porque Dios no quiso), redes eléctricas, higiene, medio ambiente (aún quedan restos de pozos negros bajo los jardines de Vallellano)… sin hablar de un mínimo sentido común o de las molestias que soportaban miles de residentes en las inmediaciones y el tráfico de toda la ciudad.

Así, y aunque hubo antes una propuesta para llevarse la Feria a Poniente, en 1994 se estrenó El Arenal como espacio para celebrar la fiesta. Es en este último periodo en el que se centra la mayor parte de este Documentos CÓRDOBA, sin querer hacer un relato sistemático que constreñiría el espíritu de la fiesta, pero sí con pinceladas informativas y mucha documentación gráfica, sin olvidar unas páginas finales para echar una última mirada a algunas de las ferias del pasado.

Evolución de la fiesta

Capítulo aparte, «la Feria es un animal vivo y en evolución constante», recordaba el pasado año el presidente de la Asociación de Casetas Populares, Francisco Rosero, en una entrevista a Diario CÓRDOBA. Rosero no es el único conocedor de la Feria que ha utilizado ese símil, y de hecho en las próximas páginas de este DC el lector puede comprobar en imágenes cómo en solo un cuarto de siglo de Feria en El Arenal los gustos y hábitos han evolucionado. Así fue cuando el teléfono móvil cambió la forma de vivir y quedar en la fiesta, la progresiva reducción de casetas desde las 175 de la primera edición (1994) al centenar de las últimas diez ediciones, el impacto que tuvo en este ciclo la crisis económica del 2008, la menor asistencia en el segundo fin de semana de visitantes de la provincia (que se quedaron durante años sin aparcamiento) a favor de un aumento de la Feria como reclamo turístico nacional e internacional o cómo se ha tratado el problema del botellón. También se aprecia la mejora de la seguridad, la evolución del transporte público, el debate sobre las discocasetas, el auge de las carpas tradicionales y la desaparición de muchas de carácter popular, el declive de la feria taurina desde los largos y grandes carteles de 1994, la polémica eterna sobre el acceso libre a las carpas, el que el martes y el miércoles se Feria se hayan convertido en días de afluencia muy superiores a otros del fin de semana, la tremenda mejora de la presencia del caballo especialmente desde el 2013 con la Exhibición de Carruajes de Tradición y el cortejo en honor a la Virgen de la Salud… Y sobre todo, los muchos planes de mejora radical de la fiesta y del recinto e incluso de traslado de la Feria del mismo.

Al respecto, hay que recordar que ya en 1998 el entonces concejal de Infraestructuras, Rafael Rivas, propuso trasladar la Feria, que en el 2002 se convertiría en un proyecto firme para 30 hectáreas al otro lado de la autovía, como permite el nuevo PGOU. La falta de inversiones y la llegada de la crisis económica del 2008 enterraron aquellos planes. De lo que se trata ahora es de reordenar El Arenal, hacerlo más atractivo y rebajar costes, ya que las instalaciones efímeras que se levantan cada año tienen cada vez más exigencias técnicas y de inversión y son casi inasumibles.

Para ello, los cordobeses pueden hacer de la necesidad virtud y aprovechar el parón del 2020 (hay que recordar que la Feria no se suspendía desde 1938) y repensar mejor la Feria del 2021 y, en general, la del futuro, sacando adelante esos planes revolucionarios. A favor se encuentra el que ya se haya hablado y negociado mucho en una comisión municipal y que las asociaciones de Casetas Tradicionales y Casetas Populares tienen claras las ideas. Otro punto positivo es que para este año se habían previsto mejoras en el entorno de la calle del Potro. El mayor contratiempo es que las arcas municipales se están volcando en paliar efectos de la crisis sanitaria y no extrañaría que en próximos años las inversiones en El Arenal pasen a un muy segundo plano.

En todo caso, son tiempos en los que, como se le atribuye a los buenos toreros, hay que saber «parar, templar y mandar»: frenar primero los problemas de la Feria (botellón, encarecimiento del montaje, insfraestructuras…), templar y planificar como ya se estaba haciendo mejoras considerando infraestructuras permanentes y mandar, dejando el modelo de Feria que se consensúe en el terreno que queremos.

Más aun sabiendo que en la última década se estima en 370 millones de euros lo que han movido las fiestas populares de mayo, una actividad económica que deberá ayudarnos el próximo año para dejar atrás la crisis provocada por el coronavirus.

Brindemos por ello esta noche, aunque sea en nuestras casas y bajo las restricciones de movilidad, para disfrutar el doble cuando choquemos nuestras copas en la inauguración de la Feria del 2021. Ojalá para entonces tengamos también presente que no hay que volver a ahorrarse ningún momento de alegría en la Feria. Ya lo hemos visto este año con el coronavirus y la suspensión de la fiesta: nunca se sabe cuándo nos tomaremos la penúltima copa.