Café, zumo y tostada forman parte de una actividad que una persona realiza unas 30.000 veces en la vida. Una acción que se convierte en mecánica, sin otros atractivos que la necesidad de alimentarse o el placer de tomar un desayuno con unos productos más apetecibles. Pero esta actividad casi monótona se convierte en una aventura que puede provocar angustia, nerviosismo e inseguridad cuando se lleva a cabo con los ojos tapados, sin uno de los sentidos que más relacionan a las personas con el exterior, la vista. Y este ejercicio lo realizan también, a diario las personas con ceguera o deficiencia visual. Pero no solo es el desayuno, quizás la más elemental de las comidas, sino el almuerzo y la cena, los actos más complejos a los que se enfrentan.

Para conocer este reto, la Semana de la ONCE en Andalucía. Capaz de ser capaces, ha invitado a los medios de comunicación a participar en un Desayuno a ciegas. Han sido 15 redactores los que tras recibir unas normas básicas por parte del técnico de la organización Francisco Laguna se han enfrentado a este desayuno, tras colocarse un antifaz que los sumía en la más completa oscuridad.

Y entonces surgen las dudas, no solo espaciales ante la inseguridad de controlar los objetos y alimentos que se encuentran en frente, pero que nuestro principal sentido mantiene ocultos, sino individuales. Se tiene la necesidad de oír a las personas que se tiene al lado para que den luz a lo que no se ve, en la certeza de que ellas sí lo ven. Pero la inseguridad es entonces una cadena de solidaridad y de esperanza. Se espera que nos toque con las manos para darnos la botella de aceite. La persona de al lado, en su oscuridad, ha sido capaz de poner el aceite en la tostada. Y eso da más seguridad. Se espera que quien sirve el café nos toque en el hombro para respirar tranquilos, pues no se derramará, y que al coger de la bandeja el azúcar o el edulcorante nos indicará cuál es. Se espera, con seguridad, coger el cubierto, la taza, la tostada, el agua. Se espera la luz y la ayuda de los otros para salir de esta angustia.

Y con este desayuno, capaz de desorientar a cualquiera, provocando que se hiciera eterno, es lo que han querido difundir los responsables de la ONCE, el consejero Francisco Valderas y la directora de la asociación en Córdoba, Carmen Aguilera, para reivindicar las dificultades con las que se encuentran en los restaurantes las personas con ceguera y deficiencia visual, y que la hostelería sea más accesible para ellos y se adapten a sus necesidades, a través de cursos e información de técnicas básicas que permitan integrarlos en la sociedad.