Madelaine Caracas (estudiante de Comunicación), Jessica Cisneros (activista por la inclusión y participación ciudadana) y Yerling Aguilera (socióloga, docente e investigadora) están recorriendo Europa para contar la situación de represión extrema, violencia y tortura que sufre y atraviesa Nicaragua y hacer una llamada de solidaridad a la comunidad internacional. Con esa intención, ofrecieron ayer en la facultad de Filosofía y Letras de Córdoba una charla que hoy tendrá continuidad con visitas institucionales y una velada cultural en los jardines de Orive.

Según Jessica Cisneros, Nicaragua dijo el pasado 18 de abril ¡basta ya! al Gobierno de Daniel Ortega, un grito ciudadano que explotó después de once años de «cierre de espacios de participación, de represión» y que ha sido fuertemente contestado por las fuerzas policiales que, hasta el momento, ya tienen a sus espaldas «215 asesinatos con el mismo patrón de disparo en la frente, estómago y tórax, 1.500 personas heridas y más de 600 apresados y retenidos con órdenes ilegales».

La chispa que motivó el levantamiento ciudadano fue «la quema de la Reserva Indio Maíz y la reforma de la Seguridad Social», retirada posteriormente. «Después de eso, la gente decidió no aguantar más y se produjo una repuesta cívica en las manifestaciones multitudinarias del pasado 18 de abril», explica Cisneros, que aclara que «la violencia es unilateral, puesto que es la Policía y el Ejército quien está armado». Desde aquel día, Nicaragua es un polvorín en el que empiezan a escasear víveres por el miedo de la población. «Muchos están haciendo acopio de comida porque cada vez es más peligroso salir a la calle, sobre todo, a partir de ciertas horas de la noche cuando esto significa prácticamente que te pueden matar», afirman. A eso se suma que la actividad de los nicaragüenses está paralizada. «Casi el 70% del país tiene barricadas controladas por la población en los barrios para evitar que entren las fuerzas policiales», señalan. Masaya, hasta hace poco bastión del sandinismo, también se ha rebelado contra el Gobierno, lo que supone un símbolo para quienes se han alzado contra el estado del terror impuesto en el país.

Jessica, Madelaine y Yerling han visitado ya varias ciudades españolas y tienen previsto viajar también a Dinamarca, Suecia, Bélgica o Francia, Holanda, Alemania, Austria e Inglaterra buscando apoyos internacionales para la causa. «Necesitamos que la comunidad internacional se posicione de forma clara contra el Gobierno e iniciar un proceso de reconstrucción de la democracia», indican. Su iniciativa de denuncia les puede costar caro y son conscientes de ello. «Tememos por nuestras familias, sabemos que ser una voz crítica contra el gobierno es peligroso y que al volver, estaremos expuestas, igual que los nuestros, pero alguien tiene que hacerlo».