Este lunes día 30 de noviembre nos dejó Fernando Jesús Guillaume Arévalo, nuestro padre. Sea éste, un humilde recordatorio para alguien inolvidable por su imponente calidad humana y un sentido -aunque insuficiente- signo de gratitud por su persona. Luchador, dinámico e inconformista, intervino en la fundación del Colegio de Graduados Sociales de Córdoba, siendo su primer tesorero y posterior vicepresidente, actividad profesional que, con la de gestor administrativo, desarrolló vocacionalmente en su Gestoría Guillón de la calle Málaga, inculcándonos la dedicación, nobleza y lealtad profesionales

Enamorado de Córdoba, de sus tradiciones y costumbres, integró la Tertulia de los Amigos de la Capa y el Sombrero, que lo reconoció como decano, siendo galardonado por nuestra ciudad como Patrimonio Humano del distrito centro.

Sin embargo, la dimensión que resplandece por su mayor intensidad es su testimonio personal como creyente de profunda convicción cristiana, desde su condición de antiguo alumno salesiano, transmitiéndonos su devoción viva y constante a María Auxiliadora; hasta su experiencia cofrade, tanto en su juventud en las hermandades del Rescatado, Buena Muerte y Amor, como ya en la madurez en la vivencia de las de la Caridad (de la que fue vicehermano mayor durante más de veinte años y que sirvió de cauce para ser reconocido como Caballero Legionario de Honor del Tercio Gran Capitán) y la Oración en el Huerto, de las que tuvo el honor de ser pregonero y exaltador; pasando por su colaboración filatélica con la Delegación Diocesana de Misiones.

Dios ha querido que su partida coincidiera con la víspera del aniversario en que falleció nuestra madre (su Puri, a la que tanto añoró en los últimos años), quizás como providente casualidad que los mantenga, hasta en ese detalle, tan unidos como habían permanecido más allá de sus bodas de oro. Se ha marchado a la vida eterna un hombre bueno, un padre excelente, un cristiano ejemplar y un señor; su presencia perdura con hondura en el recuerdo y en el corazón de todos cuantos hemos tenido la inmensa fortuna de compartir algún trecho de su vida, aunque le vamos a echar mucho de menos. Dios quiera que nos reencontremos en el Paraíso. Descanse en paz.

Fernando Jesús y Antonio Javier Guillaume Sepúlveda

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