Fray Rafael Pozo, un fraile capuchino que ha hecho de la humildad su verdadero hábito, nació en la aldea de El Palomar, en Puente Genil. Tras terminar sus estudios eclesiásticos, pidió marchar a Guatemala como misionero y allí llegó, convencido y solo, en el año 1969.

Lo que encontró allí se le clavó para siempre en la conciencia. Una realidad que no era ni siquiera comparable a la dura España que Rafael dejaba atrás. No tardó en ponerse a trabajar. A lomos de un burro recorrió municipios y aldeas, escuchando primero y actuando después, estableciéndose en pleno Corredor Seco, en el municipio de Quezaltepeque, cuya parroquia asumió.

Su trabajo aquellos años dejó tal impacto que aún hoy se le sigue recordando por sus iniciativas sociales. Escuelas radiofónicas, programas de promoción de la mujer y culturales, contrucción de carreteras, introducción de aguas potables... iniciativas inéditas, reales, posibles, que sirvieron para aliviar las necesidades de una población en mitad de ningún sitio, personas que jamás habían sido escuchadas.

A su regreso de Centroamérica tuvo la feliz idea de fundar la Asociación Paz y Bien para poder ayudarles a padres con hijos con discapacidad en la capital andaluza. Pero no pudo apartar de su cabeza la dura situación de sus feligreses en Quezaltepeque. Por eso, en el año 2007, Pozo impulsó Paz y Bien Delegación Guatemala.

Once años han pasado ya. Once años de trabajo y respeto a las personas que se acercan a diarios al Centro de Promoción Social de Tuncushá, sede de la entidad en tierra chapina, buscando soluciones para sus dolencias o carencias.

Es por eso que, cuando el pasado 29 de junio, el alcalde de Quezaltepeque, Álvaro Rolando Morales, otorgó a Fray Rafael Pozo la Orden de Quezatl Tepec en el grado de «Caballero Distinguido», no premiaba solo una labor personal, sino la pulcra presencia de una entidad en sus tierras. Paz y Bien Delegación Guatemala, que ha tenido el apoyo de la Diputación de Córdoba y de los Ayuntamientos de Córdoba, Puente Genil o Montoro, así como entidades privadas como Fundación Cajasol, es parte del paisaje humano de Guatemala, referente para sus gentes y un recurso imprescindible para el desarrollo de la comunidad.

«No hay mayor reconocimiento que la gratitud de una persona que ha sufrido, no hay mayor obsequio que su sincero apretón de manos. Mi única preocupación son las personas», dijo Rafael Pozo en el acto de entrega.

La de Rafael es una labor incansable.