Los productos halal no son solo aptos para musulmanes, son un sello de calidad que, bien explicado, debería ser atractivo para cualquiera. Esta es una de las máximas que expertos en finanzas islámicas y turismo como Saeed Mubarak, miembro del centro de desarrollo económico de Dubái, plantearon ayer en el encuentro celebrado en Casa Árabe. Según Mubarak, existe un enorme potencial para la industria española ligada al producto halal que aún está por explorar porque se asocia este concepto como algo de consumo exclusivo de los musulmanes, «cuando es una marca que, como el sello orgánico, es señal de procesos de calidad». En este sentido, sencillas mejoras como contar con un menú halal en la carta de un restaurante o indicar en un hotel la dirección a la Meca pueden «marcar la diferencia de un establecimiento para atraer al turismo musulmán sin que ello excluya al resto». En otros mercados internacionales esta idea parece haberse asentado, ya que «los productos agroalimentarios y el turismo halal están viviendo un momento de crecimiento».

Pese a todo, según Isabel Romero, directora del Instituto Halal, el mercado cordobés halal sigue creciendo a un ritmo lento y en la actualidad solo hay 25 empresas que cuenten con el reconocimiento exigido para la exportación, todas en el ámbito agroalimentario, además de un restaurante. Y aunque ningún hotel tiene el sello halal, la idea es «promocionar el concepto muslim friendly, en el que trabajamos desde enero y que tiene un carácter más flexible».

La segunda mesa redonda celebrada ayer giró en torno a la arquitectura y jardinería islámicas, dos elementos de promoción del patrimonio cultural que, según Encarna Gutiérrez, secretaria general de la Fundación de Cultura Islámica (Funci), aún están por explotar debidamente en España. Mejorar esa promoción «pasa por conocer el origen, la historia que explica el porqué de los patios, el porqué de la presencia de plantas aromáticas en nuestras terrazas, el porqué de las fuentes... y reconocer en ello nuestro pasado islámico con orgullo, sin complejos, para poder vender ese legado al mundo entero recordando que Europa tuvo su origen aquí», subrayó Gutiérrez, que recalca que «hacerlo no significa decir que eres musulmán, pero sí reconocer tus orígenes». En su opinión, la Mezquita de Córdoba es un claro ejemplo de esa disfunción porque pese a que todo el mundo viene a Córdoba para ver «la Mezquita», se promociona «llamándola catedral y sin explicar su esencia islámica, el porqué del bosque de columnas... lo que aportaría un valor extra para el turista».