El pasado domingo me colé entre los muros del C3A y presencié cómo un visitante asiático, un tanto desubicado, se sentaba en una de las mesas de trabajo de los artistas que actualmente elaboran el proyecto Montaña negra y, ni corto ni perezoso, sacó su bocadillo y su botella de agua. No tardaron en explicarle que esas mesas no son para pic nic.