La Plaza Real de Ochavillo del Río se llenó ayer de niños, jóvenes y mayores que disfrutaron bajo un sol radiante de la fiesta más genuina de la localidad colona. Los doscientos kilos de harina aportados por el Consistorio, más la que traían los vecinos de sus casas, protagonizaron una batalla colosal desde primeras horas de la mañana. Nadie se libraba de cubrirse de blanco, hasta que a las 12.00 del mediodía, como manda la tradición, se dejó de tirar harina. Para esa hora ya se había dado rienda suelta a los juegos y bailes populares, que siempre impulsan las vecinas de mayor edad del pueblo, como la flor del romero, el salto a la comba y el juego del porrón, a los que se animan seguidamente los más jóvenes.

Cuentan Rafaela y Conchi que nunca se había suspendido por causa alguna la festividad del Miércoles de Ceniza, «incluso lloviendo salíamos antiguamente, pero es cierto que el miércoles llovía demasiado y no iba a venir nadie; ahora es más difícil arrancar a la gente joven».

El padre de Rafaela, que tiene 94 años, ha vivido las dos versiones de la festividad. Recuerda que los mozos les echaban ceniza a las muchachas que les gustaban o a la que querían que fuese su novia. Fue hace más de 60 años cuando cambió la tradición al ir a echarle ceniza a la panadera de Ochavillo, que se enfadó y respondió tirando un puñado de harina. Desde entonces, la Batalla de la Harina se ha librado cada Miércoles de Ceniza. El celebrarla este año en sábado también ha supuesto más afluencia.