Susana Díaz perdió la presidencia de la Junta de Andalucía, pero no parece dispuesta a perder, también, el control del PSOE en su territorio. La líder andaluza busca mantener para su equipo los puestos clave en el reparto de poder que se fraguará en las urnas del 28-A y ha estimulado una votación en las agrupaciones locales controladas por sus afines para situar a sus aliados en las listas a los comicios generales.

Resulta llamativo el resultado: el entorno susanista consigue situarse en las primeras posiciones en detrimento de representantes sanchistas con cartera ministerial. El caso más significativo es el de Sevilla. Las votaciones de la militancia en asamblea sitúan a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en décima posición, lo que contradice la voluntad de Sánchez para que encabece el cartel electoral en esa circunscripción.

Díaz admite que el resultado de las agrupaciones no es ni vinculante, ni una foto final. Está dispuesta a que Montero y otros ministros sean número uno en provincias andaluzas, pero fuerza una negociación con Sánchez por el control del aparato. Ayer pidió «acuerdo y entendimiento». ¿En qué se traduce esto? En Sevilla, donde hay cuatro puestos de salida, Díaz reclama un reparto de dos para el sanchismo y dos para sus afines. El secretario general propone cederle uno y quedarse con tres.

Según los estatutos del PSOE, las listas deben ser ratificadas por el comité provincial, que se reúne el sábado, aunque es el comité federal el que tiene la última palabra. Si el sábado hay pacto, el pulso habrá acabado; si no, Sánchez puede ceder en pos de la paz interna y el apoyo del susanismo en campaña, o bien imponerse (y exponerse a la erosión que pueda comportar que un líder empoderado por las bases revoque lo votado por los afiliados).

MARLASKA, PLANAS Y GUIRAO

El pulso en Sevilla es el más relevante, pero no el único en territorio andaluz. En Córdoba, Sánchez quiere como número uno al ministro de Agricultura, Luis Planas, pero en el resultado de las votaciones locales su nombre ni siquiera figura. Tampoco aparecen el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, en Cádiz, ni el titular de Cultura, José Guirao, en Almería.