«El gran referéndum llega a un momento en que muta y ya no lo reconozco como tal», aseguró ayer en el juicio del procés el exconseller de Empresa Santi Vila, acusado de desobediencia y malversación. Se convirtió, a su entender, en una «movilización política». El procesado recalcó que después de la suspensión de la ley del referéndum, aprobada el 6 de septiembre del 2017, el Gobierno del que él formaba parte no tomó ninguna decisión. Él dimitió de su cargo el 26 de octubre, un día antes de que el Parlament de Cataluña declarara la independencia, por no estar de acuerdo con esa postura. «Hasta el último momento negociamos con el Gobierno central un paren máquinas para buscar una solución política», incidió, para después añadir que con la «movilización» del 1-O se pretendía que «sirviera para sacar del inmovilismo al presidente del Gobierno» del PP, pero no «supimos crear la confianza suficiente para dar frutos».

Vila explicó que existía «una presión muy fuerte para que el Ejecutivo tomara decisiones de carácter unilateral». Puigdemont tomó una decisión que «alguno llamó argucia parlamentaria» para «desescalar» esa presión: «Anunciar por sorpresa que el Govern iba a trabajar para que se convocara un referéndum. Era el verano del 2016. ¿Qué quería decir con referéndum o referéndum? Que se iba a acordar algún tipo de consulta al considerar que el consenso se había roto, que con alguna votación se podía poner al día ese consenso constitucional». Agregó: «Pensamos tensar la cuerda, pero que no se rompiera».

El exconseller reconoció que dimitió «frustrado», porque a partir de la noche del 1-O había «una discrepancia» sobre lo qué había pasado ese día. «Unos reconocen un referéndum que obliga y les interpela y otros pensamos que es una movilización importante de más de dos millones de catalanes a favor de la independencia, pero que hay otros tantos que se han quedado en casa y no se sentían interpelados». Subrayó: «El Govern tenía la obligación de ser un gobierno de todos».

Vila concretó que formó parte de loS políticos que «interlocutaron» con altos dirigentes del partido socialista y del Gobierno del PP, que también «tenían un alto interés en desescalar». Lo hizo por «orden» del entonces presidente Carles Puigdemont. «Algunos pensaban que lo del 1-O nunca pasaría, pero había pasado, las cargas policiales (...) pero muchos nos comprometimos para intentar evitar la suspensión del autogobierno. Desde el gobierno de España se nos advertía: algunos habéis prometido la independencia y os vais a quedar sin independencia.» Afirmó que se inició un proceso con «interlocutores de buena fe» que querían evitar que «esto acabara mal». A su entender, el 25 de octubre «lo habíamos conseguido y nos fuimos a dormir con esa sensación de paz interior, sin tomar ninguna decisión unilateral» y con la idea de ir a elecciones. Puigdemont, al final, se decantó por la declaración de independencia y Vila cesa de su cargo. En su opinión, lo que ha pasado en Cataluña es «impropio de una sociedad democrática y avanzada, como es la española. Si fuera ahora haríamos las cosas de otra manera».