Jordi Turull ha descorchado el debate de investidura sabiendo que no saldría del Parlament siendo presidente de la Generalitat, y eso ha condicionado sin duda su discurso. Como la CUP ya había dicho que no iba a darle sus votos, el aspirante de Junts per Catalunya -el primero que llega a dirigirse al hemiciclo, tras las renuncias de Carles Puigdemont y Jordi Sànchez- no ha hecho ninguna alusión a la república, ni ha echado mano de ningún cebo que pudiera atraer a los antisistema.

Durante una hora, y consciente de que su suerte estaba ya decidida, Turull ha hecho un discurso taciturno y atropellado: ha costado entenderle en muchos momentos. Solo al principio y al final, cuando ha recordado la votación del 1 de octubre, el candidato se ha elevado se ha apartado de la prosa funcionarial y ha mostrado algo de pasión.

También ha debido de influir en el discurso, como subrayaban en los pasillos diputados independentistas, el hecho de que Turull es uno de los seis parlamentarios catalanes que mañana deben comparecer ante el Tribunal Supremo, que podría comunicarles que deben volver a prisión por su papel durante los últimos meses del 'procés'. "Mañana por la mañana tenemos una cita, no hace falta que les recuerde donde", ha dicho durante el discurso.

Un "alma en pena"

La parte en la que ha justificado por qué ha aceptado presentarse a la investidura también se ha apartado del tono monocorde general. Turull ha dicho que habría podido vivir más tranquilo sin hacerlo, pero que, "ante esta encrucijada", se habría convertido "en un alma en pena" que no podría "mirar a los ojos" a sus hijas. "Prefiero ser víctima de injusticias que desentenderme de un momento como el actual", ha afirmado.

En cuanto al referéndum, el candidato ha criticado el "uso de la fuerza contra ciudadanos indefensos", y la "represión" que a su juicio ha ejercido el Estado tanto durante la jornada del 1 de octubre como en los meses posteriores. Tras subrayar la victoria de los partidos independentistas en las últimas elecciones, ha añadido: "Esta legislatura nace con los deberes hechos de haber frustrado el miedo y las amenazas. Hemos ganado en las urnas, como siempre. Y ahora debemos ser dignos".

Pero, consciente de que esa apelación a apartar las "garras" del artículo 155 de Cataluña -y por ende con el control de Madrid sobre la Generalitat- no iba a ser suficiente para convencer a la CUP, Turull no ha ido más allá. En la parte central de su alocución, que ha dedicado a desgranar el acuerdo suscrito entre JxCat y ERC como guía del próximo Govern, se ha centrado en los aspectos de gestión -alusiones genéricas al derecho a la vivienda, al acceso a la cultura, a la necesidad de buscar la prosperidad económica...- y ha olvidado los puntos más polémicos, que los partidos mayoritarios pusieron por escrito precisamente para tratar de atraer a los antisistema.

No ha habido, por ejemplo, menciones a la multiconsulta del final del mandato, a la elaboración de un esbozo de constitución o al "proceso constituyente". Por el contrario, Turull sí ha ofrecido "diálogo" en varias ocasiones, tanto a La Moncloa como al Rey: "Por nosotros no quedará. Tendremos la mano tendida si existe la más mínima opción de obtener respuesta del jefe del Estado o del Gobierno".

Tres meses después de las elecciones, por fin un candidato a la investidura ha podido pronunciar su discurso en el Parlament. Pero lo ha hecho muy condicionado por las circunstancias, la de su segura derrota y la de su situación judicial. Turull, seguidor del Espanyol, ha afrontado el debate como su equipo en los partidos en la recta final de las ligas, cuando ya no se juega nada.