Tuvieron que transcurrir 14 años para que Federico Trillo presentase su dimisión por la tragedia del Yak-42. Se marchó ayer, sin pedir perdón a las víctimas, sin muestras de arrepentimiento y sin aceptar preguntas, en una comparecencia desde Londres en la que anunció que deja su plaza como embajador en el Reino Unido «para no entorpecer la acción de Gobierno». Se marchó aislado, sin respaldos, sin palabras de aliento. Se marchó, al fin, tras la petición unánime de toda la oposición, de las familias de las víctimas y de 13 diplomáticos jubilados de máximo rango.

Pero se marchó, solamente, tras convencerse de que Mariano Rajoy le había dejado caer con su temple frío, del mismo modo que a tantos otros dirigentes de los que se ha ido desembarazando, sin necesidad de confrontación directa para exigirles que den un paso atrás. ¿Le pidió el presidente que dimitiese? «Rajoy nunca pide. Les va dejando sin alternativas y al final se marchan ellos» explican sus colaboradores.

A Trillo le bastó con ver la comparecencia del presidente en la Moncloa a mediodía para constatar que ya no contaba con el apoyo del líder. «Yo estoy de acuerdo en la posición que ha mantenido la ministra», dijo el presidente Rajoy en una declaración breve pero trascendente, puesto que implicaba recular en el primer apoyo que le dio la semana pasada cuando dijo que el caso ya se había «sustanciado en los tribunales» y, además, suponía un blindaje explícito a Dolores de Cospedal en un momento clave. La ministra se comprometió el martes a cambiar el criterio asumido desde el año 2003 por Defensa y aceptar lo que indica el Consejo de Estado: que el ministerio podría haber evitado el accidente si hubiese tenido en cuenta las múltiples advertencias de que el avión incumplía las normas mínimas de seguridad aérea.

Fallecieron 62 militares españoles, sus cadáveres se identificaron mal y hubo que exhumar los cuerpos para poder entregarlos correctamente a las familias.

EL RELEVO, HOY / El relevo de Trillo en la embajada se producirá hoy mismo. La falta de apoyos ha acelerado un proceso que ya estaba en marcha desde que, en el mes de diciembre, el Consejo de Ministros activase la rotación de 70 representantes diplomáticos al haber cumplido ya sus mandatos.

En su breve alocución, el exministro de Defensa volvió a señalar su intención de reincorporarse a su carrera profesional, pero ya no concretó que vaya a volver al Consejo de Estado, el órgano consultivo al que accedió por oposición, que abandonó en 1989 para impulsar su carrera política y que el pasado mes de octubre aprobó un informe que le señala como responsable político de la peor tragedia del Ejército español ocurrida en tiempos de paz.

Las reacciones no se hicieron esperar. Para el PSOE la dimisión llega «tarde y mal». Podemos da la enhorabuena a las víctimas y mantendrá la petición de que Rajoy dé la cara en el Parlamento.

La dimisión de Federico Trillo supone un espaldarazo para Dolores de Cospedal, que el lunes afronta su comparecencia en la comisión de Defensa del Congreso. La ministra intervendrá, ahora, blindada y la oposición tendrá menos fácil los ataques. En primer lugar, porque no podrán acorralarla tratando de que acabe defendiendo a Trillo. La comisión iba a tener tanta visibilidad que incluso el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, había anunciado ya que sustituiría a su portavoz y sería él, en persona, quien interrogase a Cospedal.

Además, la ministra cuenta con el apoyo de las familias de las víctimas. Se reunió con sus representantes el martes para adelantarles que iba a asumir las conclusiones del Consejo de Estado. Les admitió, en privado, que el Yak-42 no debía de haber volado y se comprometió a investigar los elementos que quedan pendientes, como los detalles de la contratación del avión.

LAS FAMILIAS / Los familiares son conscientes de las escasas posibilidades de reabrir la causa en los tribunales y agradecen, después del infierno que han vivido, su tono. La decisión de Dolores de Cospedal es para las víctimas una reparación moral y la dimisión de Federico Trillo una victoria emotiva con la que ni se atrevían a soñar hace solo quince días, cuando no se conocía el informe del Consejo de Estado.