La primera visita de Quim Torra a Washington será recordada por su sonado desplante al embajador español durante la recepción del Folklife Festival en protesta por los argumentos que ofreció Pedro Morenés para rebatir el relato del independentismo. El choque escenificó la tensión entre ambas administraciones, pero también oscureció el que era uno de los objetivos principales del viaje del president: la reactivación de la diplomacia catalana en Estados Unidos tras el cierre de sus delegaciones por orden del artículo 155.

En su estrategia por internacionalizar su causa, la Generalitat lleva años apostando fuerte por EEUU. En el 2014 abrió su representación en Washington, hasta entonces centrada en Nueva York, y casi en paralelo contrató los servicios de un lobi para abrirse puertas en los pasillos del poder estadounidense. Inicialmente apostó por una firma especializada en naciones sin Estado y activa principalmente en Naciones Unidas. La estrategia cambió el año pasado. Solo dos meses antes del 1-O, se contrató a un lobi con influencia en el Congreso. El coste de ambos servicios supera los dos millones de euros. Su resultado depende del criterio que se aplique.

En términos absolutos, los sucesivos gobiernos independentistas no han conseguido nada. Tanto Barack Obama como Donald Trump apoyaron sin fisuras la integridad territorial de España. En términos relativos, sin embargo, el análisis es algo diferente. Con muchos menos recursos y personal, los representes catalanes han ido sembrando como las hormigas. Llamando a puertas y estableciendo contactos. Particularmente con funcionarios de medio rango en el Departamento de Estado y asesores de los congresistas. En total, han mantenido casi 200 reuniones con funcionarios norteamericanos desde el 2014. «Los catalanes eran muy buenos en establecer contactos y darte su versión de lo que está sucediendo en Cataluña», asegura un exfuncionario estadounidense que se reunió con ambos bandos. «Los españoles, en cambio, venían a vernos generalmente por otros asuntos y tendían a hablar muy poco de la situación en Cataluña». A favor de los primeros corrió la represión policial al referéndum del 1-O, que les sirvió para ganar simpatías en la prensa estadounidense.

Ahora Torra pretende reactivar la diplomacia catalana con la reapertura de las delegaciones en varias capitales mundiales. Su intención es que hagan las mismas funciones que antes, semejantes a las de una embajada. Y ahora cuentan con aliado nuevo. Es el Catalonia-America Council, una entidad privada y estadounidense que dirige su antiguo delegado en Washington y que pretende establecer contactos con organizaciones de derechos humanos, así como crear un caucus catalán en el Congreso les defienda.

Es una idea ambiciosa, pero no imposible. Países como Albania o Polonia tienen grupos de congresistas que les hacen de lobi. Pero a corto plazo no hay visos de que nada cambie. EEUU seguirá apoyando a España, un aliado fiel.