Más de 45.000 personas, según la policía belga, tomaron ayer la capital administrativa de Europa, Bruselas. Una demostración de poderío en plena campaña electoral que ha servido tanto para que Carles Puigdemont se diera un baño de multitudes como para lanzar un grito a las instituciones europeas para que pongan coto a los desmanes que, según los independentistas, comete el Estado español en forma de represión continuada desde mediados de septiembre. El lema de la manifestación, Wake up, Europe (Despierta Europa), recoge el espíritu de la marcha secesionista por Bruselas que se ha centrado, también, en la exigencia de que se liberen a los presos del procés. Como cabía esperar, el blanco de las críticas, el Gobierno español, ha recibido con desdén el acto en Bélgica.

El expresidente huido fue el más ácido con la cúpula de la UE, a la que ve alejada de la auténtica alma del viejo continente y de los valores fundacionales de la propia Unión. Sin explicitarlo, Puigdemont dibujó la idea de una Europa secuestrada por una élite ligada a oscuros «intereses económicos» y que secundan las decisiones del Gobierno de Mariano Rajoy. Yendo más allá, dudó, incluso, de la «honestidad» de algunos mariscales de la instituciones europeas, y por el curso de las declaraciones de estos meses, no sería de extrañar que el blanco de la acusación fuera el propio Jean-Claude Juncker.

El expresidente cesado señaló a la UE por usar «dos varas de medir» en el conflicto catalán, se supone que en perjuicio de los intereses independentistas. Y sentenció: «Europa, escucha no solo a los estados». Siempre en la misma línea ha pedido a las instituciones de la unión que le digan «Así, no» a Rajoy.

ERC, en privado, no ha ocultado su disgusto por cómo se estaba preparando el acto de Bruselas, por considerar que sería, como así ha sido, un homenaje a mayor gloria de Puigdemont.

Marta Rovira abordó la cuestión electoral y, retomando lo ya dicho en alguno de sus mítines iniciales de campaña, ha mostrado el espantajo de una eventual victoria del frente del 155 y, singularmente de Ciudadanos. «Si vencen», dijo, «destruirán el modelo de país actual, basado en los consensos», en referencia a la ley de normalización lingüística y al modelo de medios de comunicación públicos. Rovira llamó a llenar las urnas de votos para «validar la república».

En el capítulo de ataques, Rovira acusó al Estado «de no jugar nunca limpio, porque les da miedo la democracia, porque saben perfectamente» que el independentismo volverá a ganar. Retadora, se preguntó si el Ejecutivo central acaso creía que por encarcelar a la mitad del Govern, por enviar el exilio a la otra mitad, conseguiría detener el impulso secesionista.

La Moncloa reaccionó con desdén. Desde las insinuaciones fuera de micro de que la mayor parte de los asistentes a la manifestación secesionistas eran flamencos, por aquello de la hermandad existente entre ambos nacionalismos, a las palabras explícitas de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría en defensa, precisamente, de las instituciones europeas. «Si pueden ir (a la manifestación de Bruselas) es porque disponen de una Constitución, están ejerciendo un derecho europeo, derivado de que España forma parte de la UE. La UE es libertad, permite estas cosas. Les diría a quienes están allí que tener un DNI español y permanecer en la UE es lo que les ha permitido ir ahí y manifestarse».

Desde la UE, recordaron a los independentistas que lo que hay que hacer es «cumplir la ley».