Pedro Sánchez y Quim Torra se sentarán hoy en el Palacio de Pedralbes, en Barcelona, con la convicción de que, más allá de la épica de los discursos, a ninguno de los dos le interesa romper los frágiles puentes de diálogo que se tendieron con la súbita llegada del líder socialista a la Moncloa en junio. Con todas las cautelas, la voluntad pasa por avanzar tanto en políticas concretas que ayuden a destensar la crisis como en abordar algunos posicionamientos políticos que mantienen la legislatura en vilo, mientras las derechas amenazan con sumar más que el bloque progresista. Las expectativas son discretas, pero ambas partes coinciden en que la cita no puede convertirse en un desastre que demuestre el fracaso de la política y el incendio de la calle.

Cuando Sánchez y Torra se reúnan a las seis de la tarde empezará, en otra sala del mismo edificio, un segundo encuentro impuesto por el Govern al que la Moncloa ha acabado accediendo: una suerte de minicumbre entre los dos gobiernos. Del lado del Ejecutivo estarán la vicepresidenta, Carmen Calvo, y la ministra de Política Territorial, Meritxell Batet. En representación del Govern acudirán el vicepresidente, Pere Aragonès; la portavoz, Elsa Artadi, y la consellera de Justicia, Ester Capella. Al término, Sánchez, la ministra de Economía, Nadia Calviño, y la de Trabajo, Magdalena Valerio, asistirán a la cena de Foment, la cita más significativa para los empresarios catalanes, a quienes el Ejecutivo quiere transmitir un mensaje de confianza y estabilidad.

Ambas delegaciones admiten que si no hay altercados de gravedad en las calles y las reuniones terminan con una puerta abierta a nuevos encuentros, se abre una estrecha rendija para seguir avanzando. La situación se ha deteriorado en los últimos meses tras el anuncio de Torra en octubre de romper toda relación con Sánchez y de que el Gobierno enviase la semana pasada al Govern tres cartas amenazando con intervenir los Mossos d’Esquadra si no se garantizaba el orden público en Cataluña. Si las reuniones salen bien, se abre la posibilidad de trabajar para recuperar el espíritu de la moción de censura, algo que en junio parecía una evidencia y que el clima de tensión de los últimos meses ha convertido en una conquista.

UN «CAMPO DE MINAS» / «Todos queremos avanzar, pero caminamos por un campo de minas», resume un dirigente del PDECat para explicar que cualquier error puede ser fatal. En Madrid empiezan a escucharse algunas voces esperanzadas por varias circunstancias. Una de ellas es que cuando empiecen las reuniones, el Congreso de los Diputados habrá aprobado la senda de déficit del 2019, la misma que el pasado verano fue rechazada debido a la abstención de los aliados de Sánchez. Ahora, Unidos Podemos, el PNV y el PDECat tienen previsto apoyar el objetivo de déficit, una buena señal en la reconstrucción del espíritu de la moción. Hay quienes van más allá. Voces del PP, Unidos Podemos, el PDECat y del propio Gobierno han apuntado en las últimas horas que las voluntades parecen encauzarse hacia la tramitación e, incluso, la aprobación de los Presupuestos, lo que daría a Sánchez oxígeno para continuar con la legislatura.

LOS CAMBIOS / De momento, el Govern ha pasado de decir que el Consejo de Ministros en Barcelona era una «provocación» a afirmar que estamos ante «la semana del diálogo». Admiten fuentes posconvergentes que cuando se evidenció que el hartazgo del independentismo se podía traducir en violencia en la calle los líderes se coordinaron para trasladar sosiego. El Ejecutivo también ha cambiado su posición. Hace una semana se negaba a una segunda reunión entre ministros y consellers que al final ha aceptado.

Sobre la mesa, Torra ya ha dicho que pondrá los grandes consensos que, a su juicio, se imponen en la sociedad catalana. A saber: el rechazo de la prisión para los líderes independentistas, a la Monarquía y al 155 y la defensa del referéndum y la inmersión lingüística. El Gobierno no ha concretado qué orden del día llevará a las citas, más allá de ideas como la defensa de los derechos sociales de los catalanes recortados durante la crisis. Los partidos independentistas siguen mostrando su sorpresa por la «poca empatía» que tuvo el Gobierno diseñando una cita en Barcelona que concibió como un elemento de distensión y que en Cataluña ha sido percibido desde una óptica casi contraria. Desde la Moncloa recuerdan que los puentes solo se sostienen si ambos lados quieren hacerlo.