Nueva reunión, nuevo desencuentro. La cita que mantuvieron ayer en la Moncloa Pedro Sánchez y Pablo Iglesias no sirvió para desatascar la investidura. Al contrario. Las posiciones parecen ahora más enconadas que antes, con los socialistas acusando al líder de Podemos de mantener paralizada la negociación con su exigencia de un gobierno de coalición y los morados asegurando que Sánchez, en realidad, no tiene decidido qué quiere hacer, si lograr un acuerdo con las fuerzas de izquierda, como ocurrió en la moción de censura, o fiarlo todo a una abstención del PP y Cs. Iglesias, según la versión del PSOE, ni siquiera descartó votar en contra del presidente en funciones.

En un nuevo síntoma de la distancia que separa a los dos dirigentes, la reunión solo duró una hora. Sánchez, según fuentes socialistas, insistió en su propuesta de que los morados ocupen puestos intermedios de la Administración. «Iglesias no ha variado su posición. No ha descartado votar en contra de la investidura. Le hemos traslado que con o sin apoyos en el mes de julio habrá investidura», explicaron en la dirección del PSOE. Es decir, la intención de Sánchez es someterse al debate a mediados del mes que viene, sin esperar a llegar a un acuerdo con Iglesias que ahora mismo parece lejano.

Los morados evitaron anticipar su voto en el debate en el Congreso, entre otras cosas porque todavía quedan días de negociación, pero su versión del encuentro también rezumó pesimismo. «El PSOE no ha decidido si quiere un acuerdo con la izquierda o con la derecha -explicaron en la cúpula del partido-. El candidato del PSOE debe decidirse; España necesita un gobierno estable y de izquierdas y la ciudadanía merece claridad y certidumbres. No vamos a entrar en disputas sobre sillones grandes o sillones pequeños. Si el PSOE mira a la izquierda, estamos disponibles para iniciar, cuanto antes, una negociación seria para lograr un programa social y un gobierno de coalición estable».

Lo paradójico es que, mientras Sánchez e Iglesias constatan sus diferencias, el resto de las piezas de la investidura encajan. Todas, menos la más importante. El PNV ha mostrado su disposición a apoyar al líder socialista. El Partido Regionalista de Cantabria ya se ha comprometido en este sentido. ERC ha anunciado que no piensa «bloquear» nada, abriendo sus puertas a la abstención. Pero falta Podemos. Sin Iglesias, y con el PP y Cs instalados en el no, la suma no sale. Sánchez necesita el voto a favor de los 42 diputados morados para ser reelegido. Otra cosa es el día después. Aquí Pablo Casado dice estar dispuesto a ayudar: ofreció a Sánchez este martes «dar estabilidad a la legislatura», a través de pactos de Estado y acuerdos en el Congreso.

Los líderes del PSOE y Podemos se han reunido para abordar la investidura, contando la cita de este martes, en tres ocasiones. En ninguna ha habido acercamiento sobre el tema fundamental que los divide: los sillones. Iglesias quiere estar en el Consejo de Ministros con otros compañeros de su partido. Los socialistas lo rechazan, alegando que eso espantaría a otros posibles socios, y ofrecen puestos intermedios en la Administración central, como direcciones generales y empresas públicas. Podemos insiste en que la oferta no se ha concretado más allá de algunas vaguedades, pero el PSOE responde que no va a ir más allá, porque Sánchez ya se ha movido al renunciar a gobernar en solitario y que ahora le toca a Iglesias acercar posiciones.

Mientras tanto, las políticas a aplicar en la futura legislatura, si arranca en algún momento y no se repiten elecciones como en el 2016, no se han tratado. Aquí ambos partidos coinciden: este es el terreno menos complicado. El pacto sería fácil de sellar, dicen unos y otros, a la luz de la sintonía parlamentaria que socialistas y morados mostraron entre la moción de censura y las generales, una estrecha relación que convierte en aún más paradójico el que ahora se muestren incapaces de entenderse.