Con el país sumido en el desasosiego del confinamiento y una creciente sensación de que estamos ante un punto de inflexión, los líderes políticos abrieron este miércoles el debate que ya atraviesa a la opinión pública: qué Estado debe surgir de las cenizas de la crisis del coronavirus. La vieja confrontación ideológica, socialdemocracia vs. neoliberalismo, latió de fondo en el pleno de un Congreso cuasi vacío al que Pedro Sánchez acudía a justificar el decreto de alarma. Nadie en la oposición llegó a rechazar esa medida, pero PP, Vox y ERC reprocharon al Gobierno haber reaccionado tarde a la pandemia y nadie tubo empacho en hablar de “unidad” después de despacharse con las críticas.

El presidente defendió su gestión alegando que lo que hoy resulta insuficiente hace una semana podía parecer exagerado, y buscó sacar su discurso del rifirrafe coyuntural para elevarlo a una reflexión global: la gran lección debe ser, dijo, el refuerzo del Estado del bienestar como estructura para proteger a los ciudadanos frente a los desafíos distópicos de un mundo que ha cambiado. Ese apoyo de lo público, sostuvo, debe impulsarse desde unos Presupuestos Generales del Estado “de reconstrucción”, que el Ejecutivo presentará en cuanto pase la crisis y que no serán para este ejercicio, como estaba previsto, sino directamente para el 2021. Para financiar ese refuerzo de los servicios públicos, advirtió, habrá que mirar a la fiscalidad. Justamente a las cuentas, pero de la Monarquía, aludieron algunos grupos, que reprocharon las irregularidades financieras cometidas por el Rey Juan Carlos a escasas horas del discurso televisado de Felipe VI a un país que, en pleno sacrificio común por frenar el coronavirus, metaboliza como puede el nuevo escándalo de la Casa Real.

En ese contexto, el día de mayor incremento de los contagios en España y tras la advertencia de que “lo más duro está por llegar”, Sánchez desempolvó los grandes valores socialdemócratas para defender que la solución de esta crisis no es que sobreviva cada uno de los individuos, sino que se salve la sociedad. Esa concepción de comunidad frente a suma de personas recorrió todo su discurso y le ayudó a tejer una idea central: “La lección que debemos sacar de esta pandemia es que el Estado del bienestar tiene que hacerse más fuerte”.

"ESTO NOS CAMBIA A TODOS"

Para ello, defendió, necesitará aprobar unos Presupuestos que serán, necesariamente, diferentes de los que había planeado. Para empezar, se prepararán de cara al 2021, no a este año, y se reforzarán los servicios públicos. ¿Cómo sufragarlos? Sánchez dio la vieja discusión por zanjada antes de empezar. "La necesidad de dotar a nuestros servicios públicos de los medios suficientes para ser más resilientes y alcanzar la excelencia, creo que después de esta pandemia, es una evidencia tan absoluta que espero que quede fuera del debate político”, dijo, “y quienes no lo sepan van a quedar fuera del debate, porque esto nos va a cambiar a todos”. Anunció, también, que se creará una comisión que estudie cómo mejorar el Estado social.

Enfrente se encontró a un Pablo Casado que expresó sus dudas, pero evitó entrar a fondo en una cuestión espinosa para los conservadores en plena crisis sanitaria. El líder del PP, siempre crítico con el intervencionismo del Estado y defensor de las libertades individuales, dijo que “no es momento de confrontar lo público con lo privado”. Pidió estímulos fiscales, rebajas de impuestos y, en definitiva, planteó a Sánchez que aplique el programa económico del PP.

LAS CRÍTICAS

Más allá de lo económico, en lo que no se vislumbra sintonía alguna para apoyar los Presupuestos, Casado tampoco se mostró comprensivo con la gestión gubernamental de la crisis. Anunció que quiere una comisión de investigación y volvió a hablar de “negligencia”. Aún así, admitió, no es este el momento para críticas y se mostró dispuesto a colaborar con el Ejecutivo. Por el momento ese apoyo resulta gratuito: no hay ninguna votación en ciernes más allá de una eventual prórroga del estado de alarma. Que más adelante ese respaldo se traduzca en un acuerdo para renovar los órganos constitucionales o algún otro gran pacto está por ver.

Vox fue mucho más duro. Su portavoz, Iván Espinosa de los Monteros, pidió directamente la dimisión de la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y del vicepresidente segundo, Pablo Iglesias. También fue áspero el discurso de ERC. Gabriel Rufián tildó al Gobierno de “irresponsable” y dejó su receta. “Menos unidad patriotera de cartón piedra y más sanidad pública de calidad”.

Íñigo Errejón, que acuñó en 2015 el ‘no dejar a nadie atrás’ ahora abanderado por el Gobierno, pidió un ‘Plan Marshall’. Terminó su discurso con referencias al escándalo de las finanzas del Rey emérito. También lo hizo Rufián que advirtió que su partido quiere investigar “hasta el último euro de los business con sátrapas saudíes”.