El arriesgado desembarco en Barcelona, con el encuentro entre Pedro Sánchez y Quim Torra y la celebración del Consejo de Ministros en la Llotja de Mar, ha servido para que el Ejecutivo concluya que ha recuperado la iniciativa. El bloque de la moción de censura, debilitado por la tensión en Cataluña, tiene visos de reponerse. La impresión general es que nada está asegurado en un momento político tan volátil como el actual, y que el juicio al 'procés' a finales de enero puede volver a hacer saltar todo por los aires, pero en la Moncloa consideran que los Presupuestos Generales del Estado están más cerca de ser aprobados, con ERC y el PDECat abriéndose a una iniciativa que hasta ahora rechazaban, y que la legislatura, por tanto, puede seguir avanzando.

Los socialistas se preparan para negociar con republicanos y convergentes las cuentas públicas del año que viene, que serán presentadas en enero. Los contactos hasta el momento en este campo han sido mínimos, pero el Ejecutivo anticipa que hay posibilidades de que el proyecto presupuestario salga adelante.

Primero, por las medidas que contiene, como la revalorización de las pensiones, avances en la igualdad de los permisos de maternidad y paternidad, más fondos para dependencia y 2.200 millones de euros para Cataluña, una cifra que el Govern rebaja a 350 millones de euros. Después, porque ni a ERC ni al PDECat les conviene un adelanto electoral, menos aún a la luz de las recientes elecciones andaluzas. Ambos partidos catalanes respaldaron esta semana la nueva senda de déficit del Ejecutivo, un esfuerzo relevante pero inútil, ya que el PP empleará su mayoría absoluta en el Senado para tumbar la iniciativa.

Y por último, porque la cita entre Sánchez y Torra del pasado jueves sirvió para que ambos acordaran un comunicado en el que se comprometen con el"diálogo efectivo" más allá de las"diferencias notables" y apuestan por una"propuesta política" en "el marco de la seguridad jurídica". Esta"propuesta" no llegará en breve. Sánchez ha señalado en varias ocasiones que lo lógico es esperar a las elecciones generales y catalanas, sean cuando sean. Pero ahora, al menos, están claros los términos de la relación entre el jefe del Ejecutivo y el'president' de la Generalitat, que se volverán a ver en Madrid en enero, coincidiendo con la negociación de los Presupuestos.

BRECHA ENTRE INDEPENDENTISTAS

Más allá del discurso oficial y de las medidas simbólicas aprobadas el viernes por el Consejo de Ministros (rechazo de la condena a muerte de Lluís Companys y cambio de nombre del aeropuerto de El Prat, que pasará a llamarse Josep Tarradellas), el Gobierno considera"muy interesante" lo que ha ocurrido estos días en Barcelona. Para la líder de Cs en Catalunya, Inés Arrimadas, el viernes fue"el día soñado de Torra, con una Cataluña gobernada por los Comités de Defensa de la República (CDR)". Pero la visión en la Moncloa es muy distinta. Las movilizaciones contra el Consejo de Ministros, explican, no provocaron graves disturbios y sirvieron para poner de manifiesto la división en el bando independentista, entre los partidarios de las protestas ordenadas y los defensores de las barricadas y de enfrentarse a la policía, con Torra desligándose de los CDR y la CUP. Los Mossos d'Esquadra mantuvieron el orden en todo momento y la Generalitat no secundó el paro independentista ni participó en las manifestaciones.

Los socialistas dicen ser conscientes de que caminan por una fina capa de hielo. El 'president', anticipan, puede volver a la"retórica incendiaria", animando a los CDR a"apretar" y apostando por la"vía eslovena", sobre todo al calor del inminente juicio al'procés' en el Tribunal Supremo, en el que la fiscalía solicita penas de hasta 25 años de cárcel para los dirigentes independentistas. Mientras tanto, el PP y Cs, crecidos por el resultado andaluz, insisten en retratar a Sánchez como un dirigente que ha"vendido" al Estado con tal de mantenerse en el poder. Y los barones socialistas no son ajenos a estos mensajes: temen correr en las elecciones autonómicas de mayo la misma suerte que Susana Díaz, a las puertas de perder el poder tras casi cuatro décadas de dominio socialista, y piden a Sánchez más contundencia con ERC y el PDECat.

NO CEDER A LAS PRESIONES

Pero el presidente del Gobierno, acostumbrado a la batalla interna socialista, no ha cedido a esa tentación. Sus colaboradores señalan que hay que trabajar por la "convivencia" y que siempre se está "a tiempo" de"endurecer el discurso". Desde que llegó a la Moncloa, la voluntad de Sánchez ha sido agotar la legislatura, llevarla hasta el 2020. El resultado andaluz ha reafirmado esta convicción. Sánchez quiere aguantar y ver si la coyuntura mejora para el PSOE. Gracias a lo ocurrido en Barcelona estos días, cree tener más posibilidades de cumplir su objetivo.