Pedro Sánchez dejó ayer claro que trabaja con horizontes temporales amplios. El suyo no es un proyecto a corto plazo, subrayó durante su intervención ante el comité federal del PSOE, sino a largo. Para 10 años. Y en él, la búsqueda de puentes con las autonomías, en especial con Cataluña, ocupará un lugar muy importante, porque superar el conflicto territorial es «fundamental» para el Gobierno. El presidente considera que la década pasada fue «gris», que estuvo marcada por «el desencuentro, la crispación y el conflicto político», y quiere que la que ahora empieza, con él en la Moncloa, sea «recordada como la del diálogo social y territorial».

El enfoque concilador del líder socialista hacia la crisis territorial provoca recelos, temores y sospechas de favoritismo en su partido. El PSOE es ahora una organización con mucho menos debate interno que antes, pero no escasean quienes alertan en privado de los riesgos de la negociación con el independentismo, indispensable en el Congreso para que Sánchez saque adelante sus iniciativas. Si las elecciones catalanas se retrasan hasta el próximo otoño y el Gobierno quiere aprobar antes los Presupuestos, advierten varios barones, las condiciones que pondrá ERC para avalar las cuentas pueden ser «demasiado altas».

Así que el jefe del Ejecutivo quiso dejar claro que cualquier pacto en Cataluña deberá reunir tres condiciones: ser «viable» y «compartido», estar validado por una «amplia mayoría» de catalanes y no suponer ningún «perjuicio» a otros territorios.

«NUEVO CAMINO»

«En España debemos iniciar un nuevo camino de diálogo para el reencuentro. Aquí no sobra nadie. Superar el conflicto que divide a los catalanes entre sí y que tensiona las relaciones entre Cataluña y el conjunto del país es fundamental para seguir avanzando. Pero la atención a ese problema no se hará en perjuicio de otras necesidades territoriales», dejó claro el presidente Pedro Sánchez durante su discurso en abierto, citando la necesidad de que Extremadura tenga un «tren digno», Murcia recupere un Mar Menor con «vida» y Castilla y León revierta la «despoblación».

El mensaje, destinado a despejar las dudas que el diálogo con Cataluña despierta en otras zonas de España, logró su objetivo. Pero solo en parte. Porque Sánchez, pese a que su autoridad ya no se discute lo más mínimo desde que ganó las primarias primero y llegó a la Moncloa después, continúa suscitando desconfianza en algunos líderes territoriales del PSOE, que recuerdan cómo ha cambiado de discurso.

REACCIONES AL CAMBIO

El candidato de las pasadas elecciones, contrario a la coalición con Podemos y duro con el independentismo, tiene ahora a Pablo Iglesias de vicepresidente y ha aceptado una mesa de negociación con la Generalitat para que ERC no vete las cuentas públicas y la legislatura avance.

Los presidentes autonómicos socialistas más críticos con Sánchez, el castellano-manchego Emiliano García-Page y el aragonés Javier Lambán, lanzaron sus advertencias. El primero, según fuentes presentes en el encuentro, que prosiguió a puerta cerrada tras la primera intervención del jefe del Ejecutivo, pidió no descuidar la «igualdad entre territorios». El segundo ni siquiera se quedó al debate interno: abandonó la sede del PSOE nada más escuchar a Sánchez. Después, a través de los medios, pidió que no se «premie económicamente» a quienes han sido «desleales» con el Estado, en referencia a los independentistas.

Pero fueron únicamente meros avisos, muy alejados de los ataques que hace unos años García-Page y Lambán, entre otros muchos barones, lanzaban a Sánchez.

Ante un nuevo ciclo electoral, con los comicios gallegos y vascos fijados para el 5 de abril y los catalanes aún sin fecha pero asomando a la vuelta de la esquina, Sánchez quiso detenerse en los tres candidatos socialistas en estas autonomías: Gonzalo Caballero, Idoia Mendia y Miquel Iceta. Fue aquí, tras alabar al líder del PSC como el presidente que «necesita Cataluña» por su «inteligencia», «compromiso social» y «habilidad política», donde el presidente del Gobierno ofreció nuevas pistas sobre el pacto territorial al que aspira con el independentismo.

La «solución», explicó el líder del PSOE, debe ser «compartida y viable» y «representar a una amplia mayoría» de catalanes. «Queremos y necesitamos un acuerdo tan amplio como el que alumbró el primer autogobierno de Cataluña al amparo de la Constitución», dijo Sánchez, en referencia al Estatut de 1979. Con un 59,6% de participación en el referéndum, la antigua carta catalana fue respaldada por un 88,1% de los votantes, porcentaje que hoy, con una sociedad tan dividida sobre su futuro, parece una quimera.

Pero queda mucho para comprobarlo. El diálogo con la Generalitat, concluyó el presidente del Gobierno, debe lograr primero «una confianza creciente entre los interlocutores», priorizando «los asuntos donde las posiciones están más cercanas».

Sánchez tendió también la mano al PP para que se sume a este diálogo porque «aquí no sobra nadie, tampoco la oposición», y porque «el no diálogo es la no política. Todos, todos somos necesarios», informa Efe. Sánchez piensa a largo plazo.