El Gobierno tenía claro que no quería ni podía dejar pasar el tren de la moción de censura de Vox. Una iniciativa condenada al fracaso pero que le ofrecía la posibilidad de "coger impulso", rebatir los argumentos de la ultraderecha y apretar a Pablo Casado. Pedro Sánchez cogió ese tren. Lo aprovechó. Con una hora larga de réplica inicial al candidato, Santiago Abascal, y con otra hora más de dúplica. Más de 120 minutos en la tribuna de oradores del Congreso diseñados para contraponer su gestión y el concepto de España progresista opuesto al de la "España tenebrosa de Torquemada" de Vox, para defender su proyecto frente a propuesta de "acto, furia y choque" que representa Abascal. Y para exigir a Casado que vote no para "cortar" su relación con la formación extremista y no dejarse "arrastrar" por ella.

El presidente del Gobierno entró poco a poco al debate que arrancó este miércoles a las nueve en la Cámara baja. Había dado la consigna a los suyos para que, durante la presentación del diputado ultra Ignacio Garriga y durante la larga exposición de Abascal su bancada —y la de Unidas Podemos— acogiesen con silencio la sarta de exabruptos proferidos por ambos. "No vamos a entrar en ninguna de sus provocaciones a lo largo de la moción de censura", prometió Sánchez en cuanto tomó la palabra, muy pocos minutos antes de la una de la tarde. El jefe del Ejecutivo había rehusado contestar a Garriga, precisamente con el fin, explicaban en la Moncloa, de que se hicieran largos y pesados los turnos del candidato y de su escudero.

Pero, a partir de ahí, el líder socialista enfatizó que Abascal no perseguía realmente derribar al Gobierno porque no hay ni habrá en esta legislatura una mayoría alternativa, como tampoco tiene programa propio y articulado para gobernar España. El fin último, dijo al poco de arrancar, es "el plató", desplegar un "acto de propaganda" con la única intención de "sembrar discordia y odio entre los españoles", provocar la "confrontación" y "distraer las energías" que deberían dedicarse a resolver los problemas del país, entre ellos la lucha contra la pandemia, el "virus chino", como machaconamente (y de forma xenófoba) lo definieron Abascal y Garriga. Aunque también hay otra meta, siguió Sánchez, y es la de hacer una "opa hostil" al PP.

En suma, que Abascal "no va más allá del insulto y la descalificación". Sin "propuesta". "Bueno, una, cómo tenemos que ir vestidos. Luego dirá que no es fascismo, que es estilismo", ironizó, respondiendo a la filípica que el jefe de Vox había lanzado a sus señorías por no vestir con lo que él entiende como decoro. Porque lo que la formación ultraconservadora "aborrece y niega" es la "España diversa", "solidaria, tolerante, progresista y europeísta" de hoy y que defiende el Ejecutivo de coalición.

Desde ese punto, Sánchez se afanó en defender su gestión en todas las esferas: económica, social, política y sanitaria. Enfatizando aspectos que no entraron en la agenda del candidato, como la pobreza infantil, la violencia de género, la formación profesional o la lucha contra el cambio climático. Con ello quería incidir también en que "la realidad va por un lado" y Abascal, "por otro".

"La mayoría de la sociedad española rechaza el camino que usted ha ofrecido en esta moción, que es el camino del odio", aseguró el presidente ante Abascal. Este le había calificado en la tribuna del Congreso como "mentiroso sin escrúpulos capaz de hacer cualquier cosa" y de líder del "peor Gobierno en 80 años de historia".

Sánchez caricaturizó el catastrófico retrato de la realidad del país que había dibujado el líder de Vox y aprovechó esas alusiones a los "80 años" de Abascal para llevar el debate al terreno de lo histórico: "Según usted, este Gobierno es peor que el que se doblegó ante Hitler", y "peor que el régimen más corrupto de la historia de España". Todo ello para recalcar el ADN de Vox como partido "heredero de la ultraderecha" de entonces, la del franquismo.

El líder del Ejecutivo insistió en que Vox no tiene "soluciones" a los problemas reales, pero tampoco capacidad de gestión. Y entonces recordó a Abascal que, cuando Esperanza Aguirre lideraba la Comunidad de Madrid, él dirigió lo que después llamó "chiringuito", la Fundación para el Mecenazgo y el Patrocinio Social, que no logró ni un solo ingreso durante su mandato. Pero Abascal, añadió, ni siquiera tiene "ideales", porque habla de "patria" sin parar y realmente "odia España tal y como es". Solo "ama la España tenebrosa de Torquemada". Como tampoco defiende la "libertad", porque lo que busca es la "opresión" de los que no piensan como Vox, remató. Sánchez no paraba de repetir que la ultraderecha defiende un proyecto divisivo, que persigue el "enfrentamiento" cuando es momento de la "unidad". "Son lo contrario al espíritu constitucional", "les molestan los avances que a los demás les alegra", como la derrota de ETA hace nueve años.

El presidente recurrió tanto en su réplica como en la dúplica, y con toda la intención del mundo, al papa Francisco. De él citó su última encíclica, 'Fratelli tutti', para advertir la conexión de las palabras del Pontífice, al que verá el próximo sábado en el Vaticano, con su proyecto. Porque Jorge Bergoglio, apuntó, clama contra los nacionalismos agresivos, pide que los ricos contribuyan más, reclama acoger a los inmigrantes e implora la integración y alerta de los efectos del neoliberalismo. "Desprecia la figura de Francisco. ¿Se ha dado cuenta de eso?", ironizó.