Todas las negociaciones suelen pasar por altibajos, momentos buenos y malos, más conciliadores y más agresivos, pero la de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias lleva días instalada en el enfrentamiento. Ayer fue a más. Un día después de que el presidente en funciones diera por «rotas» las conversaciones con Podemos, a raíz de la consulta del partido morado, diseñada para validar su exigencia de entrar en el Gobierno como condición indispensable para apoyar la investidura, el choque continuó, con Iglesias manteniendo el pulso por formar parte del Consejo de Ministros y los socialistas acusándole de «reeditar la pinza» de los años 90 entre PP e IU. Así que ahora la apuesta del PSOE pasa por una abstención general, de todos los grupos, del PP a Bildu, para no ir a nuevas elecciones. Sin negociar nada.

«Pedimos a todos los partidos que no bloqueen la investidura», señaló la socialista Adriana Lastra, tras reunirse con Gabriel Rufián, el portavoz de ERC, formación que salvo sorpresa confirmará el viernes que sus 15 diputados se abstendrán la próxima semana en el Congreso. Según Rufián, un segundo intento en septiembre complicaría la vida a los republicanos con la sentencia del 1-O, que esperan «muy dura».

Nada hace pensar en todo caso que esta tentativa de Sánchez de buscar una abstención global funcione. El PP y Cs insisten en que no facilitarán la reelección de Sánchez y Podemos no aclara qué hará, porque sigue apelando a una posible negociación con el PSOE.

Todo podría cambiar después del verano, si Sánchez tuviera la oportunidad de volver a intentarlo. Hay, por último, otra vía improbable pero posible aritméticamente: que los socialistas cuenten con el apoyo inesperado de ERC y Bildu, además de PNV, Compromís y el PRC y que JxCat, arrastrado por la inercia, se sumase al «sí». Esta cábala tendría que contar, como mínimo, con la abstención de los morados, pero los socialistas no ven en estas cuentas una puerta a la Moncloa.

Llegados a este punto, con el jefe del Ejecutivo rechazando la posibilidad de que Iglesias entre en su gabinete, ya sea como vicepresidente o como ministro, muchos dirigentes socialistas empiezan a pensar en nuevas elecciones. «No las queremos, de verdad que no, pero siempre es mejor eso que hacer un Gobierno con Iglesias dentro, que podría durar solo un año -explica un miembro de la dirección del PSOE-. No son solo las diferencias sobre la crisis en Cataluña, que se puede recrudecer al calor de la sentencia sobre el procés. También, por ejemplo, en política internacional. ¿Va a aceptar Iglesias el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente legítimo de Venezuela? No lo creo». Aun así, los socialistas no descartan que en septiembre el líder morado acepte la oferta que hizo Sánchez: incluir a miembros de Podemos en ministerios siempre que sean especialistas y no formen parte del núcleo duro de Iglesias.

Pero por el momento Iglesias no da muestras de planteárselo. «¿Por qué no puedo estar en el Gobierno?», se preguntó en La Sexta, donde dijo estar dispuesto a hacer más cesiones, sin aclarar cuáles, después de haber renunciado a aplicar la totalidad de su programa y asumir el liderazgo del PSOE en cuestiones como Cataluña o política exterior. A lo que de ninguna manera renuncia es a una coalición donde él ponga los nombres morados que la integren y si no sucede, espetó, es porque Sánchez se deja presionar por el «Ibex 35». Así las cosas, Iglesias no se privó de comparar su trayectoria académica con la del líder socialista. «Sánchez no tiene que ser presidente por ser doctor en Economía, ni yo ministro por tener un doctorado, dos másteres y ser premio extraordinario de licenciatura, sino porque la ciudadanía nos ha votado», sentenció.

Las «reglas de la democracia» / No parece el tono de un acuerdo. Tampoco el utilizado por Carmen Calvo en la misma cadena. La vicepresidenta dijo que el líder de Podemos, con su exigencia de negociación «integral», sobre programas y equipos, estaba teniendo un «comportamiento anormal» en un sistema democrático. «Iglesias no ha sabido entender cuáles son las reglas del juego en una democracia», señaló. Lastra optó por mirar atrás, al entendimiento en los años 90 entre José María Aznar, entonces líder del PP, y Julio Anguita, su homólogo en IU, para perjudicar al PSOE. «Se empieza a parecer mucho a la reedición de la pinza», dijo. Frente a este cruce de reproches, Rufián ejerció casi de mediador. «Que nadie se levante de la mesa de negociación hasta el último minuto -pidió-. No hay ningún ministerio ni ningún veto que merezca lo que está pasando estos días».